El futuro es inmenso: ¿qué significa esto para nuestra vida?
El objetivo de este texto no es predecir cuántas personas vivirán. Lo que he aprendido escribiendo este artículo es que nuestro futuro es potencialmente muy, muy grande.
Si nos mantenemos a salvo unos a otros, y nos protegemos de los riesgos que la naturaleza y nosotros mismos generamos, nos hallamos tan solo al principio de la historia de la humanidad.
Nuestras acciones de hoy repercuten en quienes vivirán en ese vasto futuro que nos aguarda.
El hecho de que nuestras acciones tengan un impacto en el enorme número de personas que vivirán después de nosotros debería influir en cómo pensamos sobre nuestras propias vidas. Los que se preguntan qué pueden hacer para actuar de forma responsable con los que vivirán en el futuro se llaman a sí mismos “largoplacistas”. El largoplacismo es el punto de vista ético según el cual debemos actuar de formas que reduzcan los riesgos que ponen en peligro nuestro futuro y que hagan que el futuro a largo plazo vaya bien.1
Antes de mirar hacia delante, miremos hacia atrás. ¿Cuántos nos precedieron? ¿Cuántos seres humanos han vivido?
No es posible responder a esta pregunta con precisión, pero los demógrafos Toshiko Kaneda y Carl Haub han abordado la cuestión utilizando los conocimientos históricos disponibles.
No hay un momento concreto en el que la humanidad haya empezado a existir, ya que la transición de una especie a otra es gradual. Pero si se quiere contar a todos los humanos hay que tomar una decisión sobre cuándo vivieron los primeros. Los dos demógrafos utilizaron 200 000 años antes de hoy como fecha de corte.a
Los demógrafos calculan que en esos 200 000 años han vivido y muerto unos 109 000 millones de personas.b
Debemos agradecer a estos 109 000 millones de personas la civilización en la que vivimos. Las lenguas que hablamos, la comida que cocinamos, la música que disfrutamos, las herramientas que utilizamos: lo que sabemos lo aprendimos de ellos. Las casas en las que vivimos, la infraestructura de la que dependemos, los grandes logros de la arquitectura: gran parte de lo que vemos a nuestro alrededor lo construyeron ellos.
En 2022, había 7 950 millones de personas vivas. Sumados a los que han muerto, desde los albores de la humanidad moderna han nacido unos 117 000 millones de seres humanos.
Esto significa que quienes estamos vivos hoy representamos alrededor del 6,8 % de todas las personas que han existido.
Estas cifras son difíciles de comprender. He intentado plasmarlas en una visualización para ponerlas en perspectiva.c
Es un reloj de arena gigante. Pero en lugar de medir el paso del tiempo, mide el paso de las personas.
Cada grano de arena representa 10 millones de personas: cada año nacen 140 millones de bebés. Así que añadimos 14 granos de arena al reloj de arena. Cada año mueren 60 millones de personas; esto significa que 6 granos pasan por el reloj de arena y se añaden al gran número de personas que han muerto.d
¿Cuántas personas nacerán en el futuro?
No lo sabemos.
Pero sabemos una cosa: el futuro es inmenso, y el universo existirá durante billones (es decir, millones de millones) de años.
Podemos partir de este hecho para hacernos una idea de cuántos descendientes podríamos tener en ese vasto futuro que nos espera.
El número de personas futuras depende del tamaño de la población en cada momento y de cuánto vivirá cada una de ellas. Pero el factor más importante es el tiempo durante el cual existirá la especie humana.
Antes de examinar un abanico de futuros potenciales muy diferentes, partamos de un simple punto de referencia.
Somos mamíferos. Una forma de saber cuánto tiempo sobreviviremos es preguntarnos cuánto sobreviven otros mamíferos. Resulta que la esperanza de vida de una especie típica de mamífero es de aproximadamente un millón de años.2 Pensemos en un futuro en el que la humanidad existe durante un millón de años: 200 000 años ya han quedado atrás, por lo que aún quedarían 800 000 años por delante.
Consideremos un escenario en el que la población se estabilice en 11 000 millones de personas (según las proyecciones de la ONU para finales de este siglo) y en el que la duración media de la vida aumente hasta los 88 años.3
En un futuro así, habría 100 billones de personas vivas en los próximos 800 000 años.
El gráfico lo muestra. Cada triángulo representa a 7 950 millones de personas: es el triángulo verde del reloj de arena y corresponde al número de personas vivas en la actualidad.
Cada fila representa el nacimiento de medio billón de niños. Para 100 billones de nacimientos hay 200 filas.
Si no estás de acuerdo con los números que utilizo en mi escenario, puedes ver fácilmente cómo números diferentes conducirían a futuros diferentes. He aquí dos ejemplos:
El gráfico muestra cuántos niños podrían nacer en los próximos 800 000 años, un futuro en el que los humanos sobreviven el mismo tiempo que una especie típica de mamífero.
Pero, por supuesto, la humanidad es cualquier cosa salvo “una especie típica de mamífero”.
Una cosa que nos diferencia es que ahora —y este es un desarrollo reciente— tenemos el poder de destruirnos a nosotros mismos. Desde el desarrollo de las armas nucleares, está en nuestras manos acabar con todos nosotros y provocar el fin de la historia de la humanidad.
Pero también nos diferenciamos de todos los demás animales en que tenemos la posibilidad de protegernos, incluso contra los riesgos más extremos. Los pobres dinosaurios no tenían defensa contra el asteroide que acabó con ellos. Nosotros sí. Ya tenemos sistemas de vigilancia de asteroides eficaces y bien financiados y, en caso de ser necesario, quizá podamos desplegar tecnologías que nos protejan de un asteroide que se dirige hacia nuestro planeta. El desarrollo de tecnologías avanzadas nos ofrece la posibilidad de sobrevivir mucho más tiempo que una especie típica de mamífero.
Nuestro planeta podría seguir siendo habitable durante unos mil millones de años.4 Si sobrevivimos mientras la Tierra siga siendo habitable, entonces, basándonos en el escenario anterior, se trataría de un futuro en el que nacerán 125 000 billones de niños. El número mil billones es un uno seguido de 15 ceros: 1 000 000 000 000 000.
Mil millones de años es un período mil veces más largo que el de un millón de años representado en el gráfico. Incluso los cambios más lentos transformarán por completo nuestro planeta en un periodo tan largo. Mil millones de años es un lapso en el que el mundo atravesará varios ciclos supercontinentales: los continentes chocarán y se separarán una y otra vez, se formarán y erosionarán nuevas cadenas montañosas, desaparecerán los océanos que conocemos y se abrirán otros nuevos.
Pero si nos protegemos bien y encontramos hogares más allá de la Tierra, el futuro podría ser todavía mucho más grande.
El sol existirá durante otros 5 000 millones de años.5 Si seguimos vivos durante todo ese tiempo, entonces, basándonos en el escenario anterior, se trataría de un futuro en el que nacerán 625 000 billones de niños.
¿Cómo podemos imaginar un número tan grande como 625 000 billones? Volvamos a la metáfora de la arena del primer gráfico.
Podemos imaginar la población mundial actual como una parcela de arena en una playa. Es una parcela tan pequeña que apenas se puede calificar de playa, apenas lo suficientemente grande como para que se siente una sola persona. Un metro cuadrado.
Si la población mundial actual estuviera representada por una playa diminuta de un metro cuadrado, entonces 625 000 millones de personas formarían una playa de 17 metros de ancho y 4 600 kilómetros de largo. Una playa que se extiende por todo EE. UU., desde la costa del Atlántico hasta la del Pacífico.f
Y los humanos podrían sobrevivir todavía más tiempo.
Es difícil imaginar cómo podría ser ese futuro, igual que era difícil imaginar, incluso hasta hace muy poco, cómo podría ser el presente. Como dijo Stewart Brand, “este momento presente solía ser el futuro inimaginable”.
Una catástrofe que pusiera fin a la historia de la humanidad destruiría todo este inmenso futuro.
Y sería horrible para quienes estén vivos en ese momento.
Las personas que vivan entonces serán tan reales como tú y yo. Existirán, solo que aún no existen. Sentirán el sol en la piel y disfrutarán de un baño en el mar. Tendrán las mismas esperanzas, sentirán el mismo dolor.
El “largoplacismo” es la idea de que las personas que viven en el futuro tienen la misma importancia moral que los que vivimos hoy.6 Cuando nos preguntamos qué debemos hacer para mejorar el mundo, un largoplacista no solo tiene en cuenta lo que podemos hacer para ayudar a los que nos rodean ahora, sino también lo que podemos hacer por los que vendrán después de nosotros. La idea principal de este texto —que el futuro potencial de la humanidad es inmenso— importa mucho a los largoplacistas. La pregunta moral clave del largoplacismo es: “¿qué podemos hacer para mejorar las perspectivas del mundo a largo plazo?”
En cierto modo, muchos de nosotros ya somos largoplacistas. La responsabilidad que tenemos con las generaciones futuras es la razón por la que muchos trabajan para reducir los riesgos provocados por el cambio climático y la destrucción del medio ambiente.
Pero en otros aspectos, prestamos poca atención a los riesgos futuros. Del mismo modo que trabajamos para reducir los riesgos del cambio climático, deberíamos prestar atención a una gama más amplia de riesgos potencialmente aún mayores, y reducirlos.
Estos riesgos catastróficos y existenciales me dan mucho miedo.g Además de las armas nucleares, hay otros dos grandes riesgos que me preocupan enormemente: las pandemias, sobre todo de patógenos modificados, y la tecnología asociada a la inteligencia artificial. Estas tecnologías podrían provocar grandes catástrofes, ya sea porque alguien las utilice como armas o incluso involuntariamente, como consecuencia de accidentes.h
No tenemos que pensar en personas que vivirán dentro de miles de millones de años para apreciar nuestra responsabilidad. La mayoría de los niños de hoy probablemente conozcan el próximo siglo. Algunos de nuestros nietos podrían vivir lo suficiente para conocer el siglo XXIII. Una catástrofe en las próximas décadas sería horrible para personas muy cercanas a nosotros.
Este texto se centra en el futuro a largo plazo, pero esto no debe dar la impresión de que los riesgos a los que nos enfrentamos estén confinados al futuro. Varios riesgos importantes que podrían provocar catástrofes sin precedentes ya son una realidad. El uso de las armas nucleares que ya existen acabaría con la vida de millones de personas de forma inmediata y de miles de millones en el “invierno nuclear” que sobrevendría (véase mi artículo sobre armas nucleares). No hay suficiente conciencia de cómo ha cambiado la situación en la que nos encontramos. Las capacidades de la IA y la biotecnología se han desarrollado rápidamente y ya no son ciencia ficción; están creando riesgos para quienes vivimos actualmente.7
Del mismo modo, este texto se centra sobre todo en la pérdida de vidas humanas, pero también habría otras pérdidas: la guerra nuclear devastaría la naturaleza y la vida salvaje del mundo; las catástrofes existenciales destruirían nuestra cultura, nuestra civilización.
La cuestión es que incluso si solo consideramos el impacto de estos riesgos en la generación presente y solo tenemos en cuenta la pérdida potencial de vidas, se trata de uno de los problemas más acuciantes de nuestro tiempo. Esto es mucho más cierto si consideramos su impacto más allá de las muertes que ocasionaría y su repercusión en las generaciones futuras.
La pandemia actual ha puesto de manifiesto hasta qué nivel el mundo ha descuidado la preparación para las pandemias. Esto ilustra un punto más general. Al reducir el riesgo de las catástrofes que pondrían en peligro todo nuestro futuro —por ejemplo, las peores pandemias posibles— también reduciríamos el riesgo de catástrofes menores (pero aun así terribles) como la pandemia de COVID-19.
Como sociedad, dedicamos muy poca atención, dinero y esfuerzo a los riesgos que ponen en peligro nuestro futuro. Muy pocos piensan siquiera en estos riesgos, cuando en realidad se trata de problemas que deberían ocupar un lugar central en nuestra cultura. El poder sin precedentes de la tecnología actual exige una responsabilidad sin precedentes.
El desarrollo tecnológico ha hecho posible el alto nivel de vida del que gozamos hoy en día. Creo que una parte considerable de los frutos de este crecimiento debería dedicarse a reducir los riesgos y las consecuencias negativas de ciertas tecnologías.
Más investigadores deberían poder estudiar estos riesgos y cómo podemos reducirlos. Me encantaría ver más artistas que transmitan en sus obras la importancia del futuro inmenso. Y, sobre todo, creo que hace falta una labor política competente. Imagino que algún día los países tendrán ministerios para la reducción de los riesgos catastróficos y existenciales y algunas de las instituciones más importantes del mundo se dedicarán a iniciativas visionarias que busquen proteger a la humanidad.
Será demasiado tarde para reaccionar cuando lo peor ya haya ocurrido. Esto significa que tenemos que ser proactivos; tenemos que ver las amenazas ahora.
La situación actual, en la que apenas se presta atención a estos riesgos, es aterradora y deprimente. Pero también es una gran oportunidad. Dado que estos riesgos están tan desatendidos, una carrera profesional dedicada a reducirlos es probablemente una de las mejores oportunidades que tienes si quieres tener un impacto positivo en el mundo.
Hasta ahora solo he hablado de los riesgos a los que nos enfrentamos. Pero nuestro gran futuro significa que también hay grandes oportunidades.
Los problemas tienen solución. Esta es para mí la idea más importante que he aprendido escribiendo Our World in Data durante la última década.
Comparados con el vasto futuro que nos aguarda, los dos siglos que aparecen en este gráfico no son más que un breve episodio de la historia de la humanidad. Pero incluso en un periodo tan corto, hemos hecho progresos sustanciales en muchos problemas importantes.
Con tiempo suficiente, podemos acabar con los horrores del mundo actual. La pobreza no es inevitable; podemos lograr un futuro en el que nadie sufra por carecer de lo que necesita. Enfermedades que hoy son incurables podrían ser curables en unas pocas generaciones; ya tenemos un historial impresionante en mejorar la salud de las personas. Y podemos conseguir un mundo en el que dejemos de dañar el medio ambiente y logremos un futuro en el que la vida salvaje del mundo prospere.
Nuestros hijos y nietos pueden continuar el progreso que estamos haciendo, y pueden crear arte y construir una sociedad más bella de lo que podemos imaginar.
El objetivo de este texto era hacer ver que el futuro es muy grande. Si nos mantenemos a salvo, la inmensa mayoría de los seres humanos que vivirán lo harán en el futuro.
Y esto requiere que seamos más cuidadosos y considerados de lo que somos actualmente. Del mismo modo que recordamos a los héroes que hicieron posible las cosas que hoy disfrutamos, quienes vengan después de nosotros recordarán lo que hicimos por ellos. Seremos los antepasados de un gran número de personas. Asegurémonos de ser buenos antepasados.
Para ello, debemos tomarnos más en serio los riesgos a los que nos enfrentamos. Los riesgos a los que ya nos enfrentamos son elevados. Prestar a esta realidad la atención que merece es el primer paso, y solo muy pocos lo han dado. El siguiente paso será identificar qué podemos hacer para reducir estos riesgos y poner manos a la obra.
Veamos también la oportunidad que tenemos. Los que nos precedieron nos dejaron un mundo mucho mejor; nosotros podemos hacer lo mismo por los muchos que vengan tras nosotros.
Hay algunos libros y recursos excelentes:
Actualización: El texto y el título se actualizaron por última vez el 10 de agosto de 2022.
Agradecimientos: Me gustaría dar las gracias a Charlie Giattino, Esteban Ortiz-Ospina, Anders Sandberg, Edouard Mathieu, Hannah Ritchie y Will MacAskill por sus útiles comentarios sobre este ensayo.
El futuro no es algo que simplemente nos sucederá: somos nosotros quienes creamos el mundo en el que viviremos. Isaac Asimov lo veía así:8
“No hay catástrofes que se ciernan ante nosotros que no puedan evitarse; no hay nada que nos amenace con una destrucción inminente de tal manera que estemos indefensos para hacer algo al respecto. Si nos comportamos de forma racional y humana; si nos concentramos fríamente en los problemas a los que se enfrenta toda la humanidad, en lugar de centrarnos emocionalmente en cuestiones tan decimonónicas como la seguridad nacional y el orgullo local; si reconocemos que el enemigo no es el prójimo, sino la miseria, la ignorancia y la fría indiferencia de la ley natural… entonces podremos resolver todos los problemas a los que nos enfrentamos. Podemos elegir deliberadamente no tener ninguna catástrofe.” — Isaac Asimov
Esta es una traducción directa del artículo original, publicado bajo licencia CC BY 4.0.