Donar como un inversor en empresas emergentes: explicación de la filantropía basada en los éxitos
Warren Buffett y John Doerr son dos de los inversores con más éxito en el mundo. Pero hicieron su dinero de forma muy diferente. Buffett, en general, hizo su dinero mediante la inversión “en valor”: identificó empresas sólidas y fiables que le parecieron infravaloradas, invirtió dinero en ellas y vio cómo ese dinero se multiplicaba.
Doerr, un inversor de capital riesgo, adoptó un enfoque muy diferente. Invirtió su dinero en empresas emergentes increíblemente riesgosas como Google, Amazon y Twitter. Todas ellas tenían muchas probabilidades de fracasar (al fin y al cabo, la inmensa mayoría de las empresas emergentes fracasan) y muy pocas de convertirse en grandes éxitos. Esto último es, por supuesto, lo que ocurrió.
Al igual que hay múltiples formas de invertir eficazmente, también hay múltiples formas de donar eficazmente. Algunos donantes adoptan un enfoque al estilo de Buffett, donando a organizaciones benéficas con un historial de éxito y una alta probabilidad de ayudar a la gente. Estas personas podrían donar a las organizaciones benéficas recomendadas por GiveWell, financiando intervenciones respaldadas por la evidencia, como los medicamentos para la prevención de la malaria o los suplementos de vitamina A.
Otros donantes eligen donar a oportunidades más arriesgadas cuyo impacto potencial es tan grande que consideran que vale la pena intentarlo, aunque el éxito no esté garantizado. Para entender esta idea, podemos utilizar el concepto estadístico de “valor esperado”, que examina los resultados potenciales de algo y la probabilidad de que se produzca cada uno de esos resultados para calcular un valor global predicho.
Un ejemplo contribuirá a aclarar el punto. Imagina que alguien te dice que si una moneda sale cara, recibirás $100, pero si sale cruz no recibirás nada. Hay un 50 % de probabilidades de que se produzca cada resultado, por lo que el valor esperado de lanzar al aire la moneda es $100 × 50 % = $50. Esta es una forma muy útil de evaluar las organizaciones benéficas, cada una de las cuales tiene diversos resultados potenciales y diferentes probabilidades de conseguirlos.
Digamos que hay dos organizaciones benéficas, Alfa y Beta. Alfa tiene una probabilidad del 100 % de ayudar a 1 000 personas, por lo que su “valor esperado” es 1 000 × 100 % = 1 000. Beta, por su parte, tiene una probabilidad del 1 % de ayudar a 1 000 000 de personas, por lo que su valor esperado es de 10 000. Los donantes que prefieran la certeza podrían donar a Alfa. Pero para otros, el valor esperado mucho mayor de Beta la convierte en una mejor oportunidad de donación.
Este enfoque de las donaciones, similar al de las inversiones en empresas emergentes, se denomina “filantropía basada en los éxitos”, término acuñado por Open Philanthropy, una fundación cuyo objetivo es donar su dinero de la forma más eficaz posible. (Pero la filantropía basada en los éxitos no es una idea nueva: hay ejemplos históricos de que funciona realmente bien.)
Un ejemplo procede de la Fundación Rockefeller, una fundación benéfica creada por el magnate del petróleo John D. Rockefeller, que invirtió en investigación sobre cómo mejorar la productividad agrícola. Uno de sus empleados, el fitopatólogo Norman Borlaug, acabó desarrollando las cepas de trigo de alto rendimiento que impulsaron la “Revolución Verde”. Al aumentar la productividad agrícola, el trabajo de Borlaug contribuyó a incrementar enormemente la cantidad de alimentos producidos en el mundo, sacando a millones de personas del hambre. Hoy en día cuenta con el reconocimiento de haber salvado más de mil millones de vidas, además de haber ganado el Premio Nobel de la Paz por su trabajo, que otros donantes habrían considerado demasiado arriesgado financiar. Pero como Rockefeller estaba dispuesto a asumir el riesgo, benefició a un gran número de personas.
Rockefeller no es el único ejemplo exitoso de filantropía basada en los éxitos. Katharine McCormick, otra filántropa adinerada, fue la única que financió la investigación que condujo al desarrollo de la píldora anticonceptiva, que ha mejorado la vida de las mujeres de todo el mundo. Sin la disposición de McCormick a apostar por la investigación, quizá nunca hubiéramos tenido la píldora. Es posible que vuelva a ocurrir algo parecido. Puede que la investigación sobre la secuenciación de proteínas no rinda frutos, pero si lo hace, podría ayudar a detener la próxima pandemia. La modificación genética de mosquitos podría resultar inviable, pero también podría erradicar la malaria.
Sin embargo, la filantropía basada en los éxitos no consiste simplemente en lanzar dinero a cualquier oportunidad que parezca prometedora. Por el contrario, hay que asumir riesgos calculados. Como es probable que la mayoría de los proyectos que se financien fracasen, hay que asegurarse de que los que triunfen lo hagan a una escala gigantesca, para compensar todas las pérdidas sufridas en otros ámbitos. Examinar la importancia, desatención y tratabilidad de una intervención es una forma realmente útil de evaluar su potencial para tener impacto y la razón por la que Giving What We Can y muchos otros piensan en estos factores cuando asesoran a los donantes sobre cómo maximizar su impacto.
También puede ser útil diversificar la cartera de donaciones. Los inversores en empresas emergentes rara vez invierten en una o dos empresas. Al contrario, reparten su dinero entre docenas o incluso cientos de oportunidades. Cuando la probabilidad de éxito de cada oportunidad es baja, aumentar el número de oportunidades aumenta la probabilidad general de éxito. Lo mismo ocurre con la filantropía basada en los éxitos: en opinión de Open Philanthropy, “podemos esperar que solo uno o dos ‘éxitos’ de nuestra cartera sostengan todo el conjunto.” En consecuencia, ha concedido más de 1 000 becas a diversas organizaciones.
La filantropía basada en los éxitos también implica reeducar un poco el cerebro. Como ha dicho el inversor Paul Graham sobre las empresas emergentes, “si una buena idea fuera obviamente buena, alguien ya la habría llevado a cabo. Por tanto, los fundadores con más éxito tienden a trabajar en ideas consideradas buenas por pocas personas.” Lo mismo puede aplicarse a las organizaciones benéficas. Tratar de no “depender de la opinión de los expertos o de la sabiduría convencional” es una forma de asegurarse de que las oportunidades prometedoras no se escapen accidentalmente, según Open Philanthropy. Sin embargo, esta organización advierte que la investigación es importante: debes estar informado de la sabiduría convencional, aunque no estés de acuerdo con ella.
Por último, tienes que estar dispuesto a renunciar a la necesidad de evidencia sólida. Algunos enfoques sobre la beneficencia recurren a ensayos controlados aleatorizados, que evalúan si las intervenciones están teniendo realmente el impacto deseado y hasta qué punto. Este enfoque puede ser importante para garantizar que el dinero se destine a los lugares donde puede lograr los mejores resultados. Pero muchas intervenciones que parecen prometedoras no cuentan con mucha evidencia que las respalde, porque son demasiado experimentales o nuevas para haber establecido todavía una base de evidencias. Y en el caso de ciertas intervenciones, es casi imposible llevar a cabo una investigación para ver si funcionan. De hecho, Open Philanthropy señala que “la mayoría de los casos anteriores de ‘éxitos’ filantrópicos no estaban respaldados por la evidencia en el sentido de contar con evidencias sólidas que predijeran directamente el éxito”. Para ser un donante basado en los éxitos, tienes que estar dispuesto a apostar por algo: una apuesta informada, pero una apuesta al fin.
Si todo esto te parece atractivo, estás de suerte: hay formas en las que puedes adoptar el enfoque de la filantropía basada en los éxitos. Charity Entrepreneurship, por ejemplo, incuba nuevas organizaciones benéficas para resolver grandes problemas, y tú puedes donar a estos proyectos emergentes sin ánimo de lucro. Donar a fondos que apoyan el futuro a largo plazo es otra forma de ayudar: gran parte de este dinero acaba financiando proyectos experimentales que intentan salvaguardar el futuro de la humanidad. Quién sabe: puede que incluso ayudes a salvar miles de millones de vidas financiando al próximo Norman Borlaug.