Cuatro ideas con las que ya estás de acuerdo
He aquí cuatro ideas con las que probablemente ya estés de acuerdo. Tres de ellas tienen que ver con tus valores y la cuarta es una observación sobre el mundo. Por separado, pueden parecer un poco trilladas o evidentes. Pero tomadas en conjunto tienen implicaciones significativas para nuestra forma de pensar sobre cómo hacer el bien en el mundo.
Las cuatro ideas son las siguientes:
Creo que estas cuatro ideas son bastante indiscutibles. Me parece bastante intuitivo que deberíamos ayudar a la gente necesitada si podemos; que no deberíamos preferir arbitrariamente a unos grupos de personas sobre otros; que preferiríamos ayudar a más gente si nos dieran la opción; y que no tenemos tiempo y dinero infinitos.
De hecho, yo iría más lejos: diría que nos sentiríamos bastante incómodos intentando defender las posturas alternativas si estuviéramos hablando con alguien, a saber:
¿Entiendes lo que quiero decir?
No tenemos dinero en cantidades infinitas, así que siempre tenemos que elegir qué causa digna apoyar.
De modo que si estamos de acuerdo en que estas cuatro ideas encarnan valores importantes —y creo que es así—, entonces hay implicaciones fundamentales para la forma en que debemos pensar sobre cómo hacer el bien. De hecho, significa que la forma en que solemos pensar sobre cómo hacer el bien es errónea.
Para ser fieles a estos valores, tenemos que pensar en cómo podemos ayudar al mayor número de personas con nuestros recursos limitados.
Esto es importante, porque hay algunas causas en las que podemos tener un gran impacto con una pequeña cantidad de dinero. De hecho, las mejores opciones son mucho, mucho mejores que la media, a veces cientos de veces mejores. Eso puede significar la diferencia entre ayudar a una persona y ayudar a cientos de personas por exactamente la misma cantidad de tiempo o dinero.
La razón es que una organización benéfica elegida al azar casi con seguridad tendrá un impacto menor que las organizaciones benéficas más eficaces (y admitámoslo, muchas de las causas que elegimos apoyar tienden a ser el resultado del azar o de factores sistémicos que hacen que solo estemos expuestos a determinadas causas).
Y esto importa, porque si no elegimos bien, o no estamos dando a la gente la misma consideración (es decir, estamos discriminando implícitamente a algunos grupos de personas), o no estamos ayudando a tanta gente como podemos (es decir, estamos permitiendo que más gente sufra o muera, aunque potencialmente podríamos ayudarlos).
Así que, al principio, cualquier causa que merezca la pena —desde la investigación contra el cáncer hasta la justicia climática, pasando por los santuarios de animales o la prevención de enfermedades fácilmente tratables, pero impronunciables, en lugares que probablemente nunca visitaremos— debería estar sobre la mesa, con la salvedad de que también pensamos que es mejor ayudar a más gente y entendemos que no tenemos los recursos para ayudar a todo el mundo. Así que deberíamos centrarnos primero en las causas que nos permiten ayudar a más gente con nuestro tiempo y dinero limitados, y no solo en aquellas de las que ya hemos oído hablar.
Tratar de ser neutrales con respecto a las causas puede ser muy difícil. La mayoría de la gente ha experimentado en carne propia lo que es perder un ser querido: yo mismo he perdido a dos familiares a causa de la leucemia; he visto cómo la enfermedad consumía sus cuerpos y los analgésicos obnubilaban sus mentes; he vivido el dolor compartido de su fallecimiento. Es totalmente razonable que estas situaciones nos lleven a donar a organizaciones que intentan resolver el problema específico o curar la enfermedad concreta que nos ha robado a nuestros seres queridos. Somos seres empáticos y no queremos que otras personas sufran lo mismo ni que sus seres queridos sientan el mismo dolor.
Pero si nos preocupamos por tratar a las personas por igual, también deberíamos preocuparnos por tratar sus experiencias por igual. No hay ninguna razón de peso para que yo prefiera evitar la muerte, la discapacidad y el sufrimiento causados por una enfermedad concreta (como la leucemia) antes que el sufrimiento causado por la malaria, la tuberculosis, los accidentes de tráfico o cualquier otra cosa. Lo que importa es que se truncan vidas, que se priva a los padres de sus hijos, que la gente vive con dolor. Preocuparse por la igualdad significa tratar toda muerte y todo sufrimiento como una tragedia, y no solo el que es causado por una enfermedad concreta que nos llama la atención porque crueles giros del destino la han puesto ante nuestros ojos.
Tomar estas decisiones es muy, muy difícil. Pero hay una serie de herramientas de pensamiento que nos pueden ayudar. Esta forma de pensar se llama altruismo eficaz. Es básicamente lo mismo que el altruismo normal (en el sentido de que hace hincapié en la importancia de ayudar a los demás); la palabra “eficaz” significa simplemente intentar pensar con claridad en cómo tus acciones pueden ayudar al mayor número de personas, o hacer el mayor bien posible.
Para mí, el altruismo eficaz es una forma de poder conformarnos mejor a los valores que ya tenemos.
Este modo de pensar es aplicable a cualquier forma en la que queramos hacer el bien, ya sea promoviendo cambios políticos, eligiendo dónde donar nuestro dinero o cómo tener un gran impacto en nuestras carreras profesionales.
En un mundo en el que hay tantas causas valiosas en las que podríamos trabajar, el altruismo eficaz nos ofrece una forma de salir de la parálisis de la decisión, buscando sistemáticamente formas de hacer el mayor bien posible con nuestro tiempo y dinero limitados.
Nos obliga a tomar decisiones difíciles. Pero recordemos que las tomamos de todos modos, pensemos o no pensemos en ellas. Por eso, aunque nos resulte difícil no donar a algo que nos parece muy importante, ya sea por razones personales o porque nos convence la campaña de marketing de una organización benéfica, recordemos que siempre estamos haciendo intercambios implícitos con otras causas que también merecen nuestra atención.
He aquí un ejemplo. Una persona normal en el Reino Unido dona alrededor de £6 700 ($9 600)c a lo largo de su vida laboral. Con este dinero podríamos financiar la distribución de unas 1 900 mosquiterasd (que probablemente evitarían que unos 200 niños enfermaran gravemente de malaria1 y salvarían al menos dos o tres vidas). Sin embargo, la mayoría de las donaciones voluntarias se destinan a organizaciones benéficas nacionales.2 El Servicio Nacional de Salud del Reino Unido considera rentable salvar un año de vida sana por £25 000.3 Es muy poco probable que una organización benéfica nacional dé una cifra menor, por lo que el impacto de un donante típico será muchísimo menor de lo que podría ser. Recordemos que solo porque no pensemos en estas opciones no significa que no existan.
Así que, por favor, piensa detenidamente en estas ideas —la importancia del altruismo, la igualdad y hacer todo lo que podamos con nuestros escasos recursos— y comprueba si tienen sentido para ti.
Si es así, la próxima vez que pienses en cómo hacer del mundo un lugar mejor, haz realidad estos valores pensando de forma eficaz, además de altruista.
Esta es una traducción directa del artículo original, publicado bajo licencia CC BY 4.0.