Por qué el largoplacismo me resulta difícil y qué me mantiene motivada
Trabajar en causas largoplacistas me parece —emocionalmente hablando— difícil: hay tantos problemas terribles en el mundo ahora mismo… ¿Cómo podemos apartar la vista del sufrimiento que nos rodea para dar prioridad a algo tan abstracto como contribuir a que el futuro a largo plazo sea bueno?
Mucha gente que aspira a poner en práctica ideas largoplacistas parece tener dificultades con esto, incluidas muchas de las personas con las que he trabajado a lo largo de los años. Y yo misma no soy la excepción: me cuesta ignorar la fuerza del sufrimiento presente. Por esta razón, quería compartir algunas reflexiones sobre cómo afronto este desafío y cómo mantengo la motivación para trabajar en intervenciones especulativas a pesar de que me resulta difícil en muchos sentidos.
Esta cuestión es un aspecto de un problema más amplio del altruismo eficaz: averiguar cómo mantener la motivación para hacer cosas importantes incluso cuando no son atractivas emocionalmente. Es útil tener una idea clara de nuestras emociones para distinguir entre los sentimientos y las creencias que apoyamos y las que, tras reflexionar, no querríamos poner en práctica.
En primer lugar, no quiero afirmar que a todo el mundo le resulte difícil trabajar en causas largoplacistas por las mismas razones que a mí, o de la misma manera. También quiero dejar en claro que no hablo en nombre de 80 000 Horas como organización.
Mis problemas con el trabajo que no estoy haciendo tienden a centrarse en los seres humanos que sufren enfermedades evitables en los países pobres. Eso tiene mucho que ver con los problemas en los que trabajé inicialmente cuando descubrí el altruismo eficaz. Para otras personas, es más relevante el hecho de que no trabajen activamente para evitar la barbarie de algunas prácticas de la cría intensiva de animales. No voy a hablar de todas las formas en las que a la gente le puede resultar difícil centrarse en el futuro a largo plazo; para los fines de este artículo, voy a centrarme específicamente en mi propia experiencia.
Una gran parte del sufrimiento en el mundo de hoy simplemente no debería existir. La gente sufre y muere por falta de medidas preventivas y curas baratas. Enfermedades que los países ricos han conseguido erradicar totalmente siguen afectando a millones de personas en todo el mundo. Hay pruebas fehacientes de la eficacia de intervenciones baratas como las mosquiteras tratadas con insecticida contra la malaria. Sin embargo, muchos de los habitantes de los países ricos gozamos de una buena situación económica y gastamos una parte importante de nuestros ingresos en bienes y servicios innecesarios. Ante esta desigualdad absurda y evitable, me resulta muy difícil creer que no debería hacer nada para mejorarla.
Del mismo modo, a menudo me cuesta creer que no debería ayudar a personas geográficamente cercanas a mí, como los sin techo de mi ciudad o las personas encarceladas ilegítimamente en mi país. Es difícil aceptar que existe un sufrimiento visible y evitable contra el que no estoy haciendo nada.
Para mí, postergar la ayuda a los que viven hoy en favor de los que vivirán en el futuro es aún más difícil que postergar la ayuda a los que viven en mi país en favor de los que viven al otro lado del mundo. Esto se debe en parte a la sensación de que si no tomamos medidas para mejorar el futuro, vendrán otros después de nosotros que sí podrán hacerlo. Por el contrario, si no actuamos para ayudar a los pobres del mundo de hoy, los que vengan después de nosotros no podrán ocupar nuestro lugar. Las vidas que no salvemos este año se perderán y se lamentarán.
Otra razón por la que esto supone un desafío es que la riqueza parece aumentar bruscamente con el paso del tiempo. Esto significa que tenemos motivos para creer que las personas del futuro serán mucho más ricas que las del presente, por lo que parece lógico que las personas del futuro no necesitan nuestra ayuda tanto como las del presente. No existe un análogo en el caso de ayudar a personas alejadas geográficamente.
Las razones que tenemos para mejorar la vida de los que viven actualmente me resultan emocionalmente persuasivas. Ello es así en parte porque se trata de deberes claramente importantes que pesan sobre nosotros, cuya fuerza solo puede ser anulada por algún deber aún más fuerte. En comparación, las razones para centrarse en el largo plazo parecen mucho más especulativas y se basan en una cuidadosa ponderación de argumentos complejos.
A continuación, expongo cómo veo los argumentos a favor del largoplacismo y por qué, a pesar de que me parecen intelectualmente convincentes, no disminuyen mi sensación de que deberíamos aliviar el sufrimiento presente. Me gustaría señalar que esto no pretende ser una declaración rigurosa de por qué deberíamos centrarnos en causas largoplacistas (sobre lo que 80 000 Horas ha escrito en otro lugar).
El futuro de los seres sintientes es potencialmente enorme. Eso significa que, aunque solo tengamos una pequeña probabilidad de influir en él de forma duradera y positiva, vale la pena intentarlo.
Una forma de influir en el futuro a largo plazo es evitar la extinción de toda la vida terrestre. El hecho de que las personas del presente puedan acabar con todos los que vendrán significa que no es cierto que las personas que vengan después de nosotros tendrán la oportunidad de mejorar el futuro si nosotros no lo hacemos. También hace irrelevante el hecho de que las personas del futuro puedan ser más ricas que nosotros.
También podría ser que el valor del futuro disminuya irreversiblemente por el surgimiento de un régimen totalitario que perdure indefinidamente, más que por un acontecimiento de extinción. Eso sugiere que las personas futuras podrían existir, pero padecer grandes sufrimientos sin nuestra intervención.
Estos resultados terribles me parecen posibles. Parecen ser el tipo de riesgos que deberíamos investigar para averiguar si podemos reducirlos. Y, de hecho, hay muchas razones para pensar que la sociedad suele gestionar mal este tipo de riesgos: las empresas tienen incentivos para ganar dinero a corto plazo, los políticos quieren ser reelegidos en los próximos dos o tres años y los individuos tienden a ser malos planificadores (¡incluso de su propio futuro!).
Los argumentos que acabo de exponer tienen sentido para mí y los considero válidos. Creo que debo dar prioridad a mejorar el futuro a largo plazo.
A pesar de ello, los argumentos siguen pareciéndome especulativos. E incluso si son correctos, no hay garantía de que vaya a tener algún impacto, por ejemplo, mejorando la representación de las generaciones futuras en nuestra legislación o aumentando el número de publicaciones de calidad en investigación sobre prioridades globales, y mucho menos simplemente intentando lograr esas cosas. Solamente puedo arriesgarme a tener un gran impacto positivo, aunque sepa que quizá no tenga suerte. Por eso, elegir hacer estas cosas, en lugar de, por ejemplo, donar para la distribución de mosquiteras, es como apostar con la vida de los demás.
Dados estos problemas, a veces me resulta difícil sentirme motivada para hacer lo que creo que debería hacer. Una cosa que me anima es que trabajar en el futuro a largo plazo es difícil precisamente en el mismo sentido en que creo que deberíamos esperar que el altruismo eficaz lo sea: cuanto más importante es un problema concreto —y cuanto más apremiante parece trabajar en él—, tanto más deberíamos esperar que ya hubiera gente abordándolo. Así que es de esperar que trabajar en los problemas más acuciantes no se sienta, intuitivamente, tan urgente e importante como trabajar en otros. Si así se sintiera, esos problemas estarían menos desatendidos.
Lo que más influye en mi motivación diaria es formar parte de un equipo al que respeto y aprecio profundamente. Mi afán por hacer felices a los que me rodean y no defraudar a mis compañeros hace que sea fácil trabajar duro. No es necesario que compartan mis valores: si yo ganara para donar y necesitara hacer bien mi trabajo para mantener (¡y aumentar!) mis ingresos, supongo que me ayudaría mucho tener compañeros que se preocuparan por trabajar a un alto nivel y por el éxito de la empresa. Para no defraudarlos, imagino que estaría motivada para trabajar duro y cumplir con mi parte.
Otra cosa que influye significativamente en mi motivación es seguir pensando y conversando sobre los argumentos en torno a qué causas e intervenciones son más acuciantes. Una forma de hacerlo es articular las preocupaciones intuitivas que tengo de no estar trabajando en lo correcto a medida que surgen, y debatirlas con personas que tienen valores similares a los míos. Esto me ayuda a hacerme una idea de cuáles son mis puntos de vista intuitivos, pero en los que en última instancia no creo, y cuáles realmente apoyo y puedo defender.
También intento seguir leyendo e interesándome por los argumentos que sugieren que debería trabajar en otros problemas. Es especialmente importante seguir cuestionando y desarrollando creencias contraintuitivas, porque no puedes confiar en tu instinto para que te diga cuándo te estás desviando (¡según él, ya has perdido el rumbo!).
Dicho esto, sería desorientador y desalentador cuestionar continuamente tu dirección o tu trabajo. Un momento importante para hacerlo podría ser cuando estás a punto de embarcarte en un nuevo proyecto o de cambiar de dirección de forma significativa. (Aunque también disfruto bastante haciendo un seguimiento de nuevos argumentos interesantes a medida que surgen, por ejemplo en el EA Forum.)
También me ha resultado útil comprometerme concretamente a hacer lo que es más eficaz. Soy miembro de Giving What We Can, lo que significa que me he comprometido a donar el 10 % de mis ingresos a las organizaciones que creo que pueden mejorar el mundo de la forma más eficaz. De hecho, suelo donar un poco más cada año: una parte a una organización de bienestar animal para compensar el consumo de carne, y otra a una organización de desarrollo global (normalmente la Against Malaria Foundation) porque detesto la idea de no hacer nada para reducir la pobreza global. Pero siempre doy mi 10 % a las organizaciones que creo que harán más bien en términos esperados, porque prometí que lo haría.
Una técnica sobre la que tengo sentimientos más encontrados es hacer que los perjuicios o la falta de beneficios en el futuro parezcan más concretos. Por ejemplo, podría imaginar que la humanidad se extingue en una pandemia provocada por el hombre como resultado de una guerra biológica insensata, y que el universo accesible permanece vacío de vida inteligente durante eones. Pensar en ejemplos como este da a mis intuiciones algo a lo que aferrarse, y me recuerda que los daños futuros no serán menos reales para quienes los experimenten que los daños presentes.
Una de mis reservas con respecto a este planteamiento es que, dado que hay tantas posibilidades de resultados terribles para el mundo, parece potencialmente engañoso aferrarse a una en concreto. Hacerlo podría afectar nuestras acciones de un modo que no pretendíamos. Una forma de evitarlo sería intentar imaginar un resultado positivo concreto: poner la mirada en un mundo de seres florecientes repartidos por todo el universo. Personalmente, tiendo a encontrar eso menos motivador, en parte porque creo que, tal y como estamos constituidos actualmente, los seres vivos tienen una capacidad mucho mayor para el dolor que para el placer.
Además de las técnicas anteriores, creo que ayuda mucho tener a tu alrededor a otras personas que piensen de forma similar: puedes compartir sugerencias concretas sobre lo que funciona y sentir el alivio de saber que no eres la única con dificultades. Formar parte de la comunidad del altruismo eficaz me ayuda mucho en este sentido, ya sea en línea (por ejemplo, en el EA Forum) o en persona (he tenido la suerte de vivir en un lugar con un grupo local de AE floreciente).
Cuando realmente me cuesta hacer lo correcto, vuelvo al hecho de que a pesar de toda la incertidumbre que rodea al largoplacismo, hay una cosa de la que estoy segura: me importan las personas del futuro, de la misma manera que me importan las personas del presente. Enviaría una mosquitera para proteger a un bebé, aunque aún no hubiera sido concebido, y formaría a un pediatra ahora en beneficio de los niños de las próximas décadas.
Hay muchísimas personas futuras que no tienen ninguna capacidad para defenderse por sí mismas. La sociedad actual las ignora por completo. No puedo ver a esas personas en imágenes, y no tengo ni idea de qué cosas las afectarán realmente, ni de si llegarán a vivir. Pero puedo utilizar mi carrera profesional para intentar que las cosas sean mejores para ellos, en términos esperados. Y creo que eso es lo que debo hacer.
Esta es una traducción directa del artículo original, publicado bajo licencia CC BY 4.0.