Tienes más de un objetivo y está bien que así sea
Cuando la gente participa por primera vez en un encuentro sobre altruismo eficaz, la conversación suele girar en torno a los proyectos que llevan a cabo o las organizaciones benéficas a las que donan dinero. A menudo están nerviosos, porque tienen la sensación de que todo lo que hacen va a ser sometido al implacable escrutinio de la costo-eficacia. Para ser justos, se trata de un temor razonable, porque muchos jóvenes de la comunidad del altruismo eficaz tienen la idea de que todo en la vida debe regirse por la costo-eficacia. Yo misma he pasado por eso.
El análisis de costo-eficacia es una herramienta muy útil. Ojalá más personas e instituciones lo aplicaran a más problemas. Pero, como cualquier herramienta, no es aplicable a todos los aspectos de la vida. No todo lo que haces cae en la categoría de “eficacia”. Ni siquiera sé cómo sería algo así.
Tengo muchos objetivos. Tengo el objetivo de mejorar el mundo. Tengo el objetivo de disfrutar del tiempo con mis hijos. Tengo el objetivo de ser una buena esposa. Tengo el objetivo de sentirme conectada con mis amistades y con mi comunidad. Todos son buenos objetivos, pero no son lo mismo. Tengo un plan aproximado para distribuir el tiempo y el dinero entre ellos: el domingo por la mañana hago tortitas para mis hijos. El lunes por la mañana es para trabajar. No tiene sentido mezclar estas actividades, pasar tiempo con mis hijos de forma que contribuya a mi trabajo o hacer mi trabajo de forma que mis hijos disfruten.
Si hago una donación a mi amiga para recaudar fondos para su tío enfermo, estoy persiguiendo un objetivo. Pero es el objetivo de “apoyar a mi amiga y nuestra amistad”, no mi objetivo de “mejorar el mundo lo máximo posible”. Cuando tomo una decisión, es mejor que tenga claro qué objetivo persigo. No tengo que castigarme porque ese dinero no se utilice para optimizar el mundo: ese nunca fue el objetivo de esa donación. Ese dinero procede de mi presupuesto de “satisfacción personal”, junto con el dinero que utilizo para cosas como tomar café con los amigos.
Tengo otro pozo de dinero reservado para donar de la forma más eficaz posible. Cuando decido qué hacer con ese dinero, enciendo la luz brillante de la costo-eficacia e intento avanzar todo lo que puedo en los problemas del mundo. Eso implica estudiar la investigación sobre distintas intervenciones y elegir lo que creo que hará avanzar más a la humanidad en nuestra lucha contra el sufrimiento, la enfermedad y la muerte inútiles. La mejor causa que encuentro suele acabar siendo una con la que no tenía ninguna relación personal y que no conecta particularmente bien con mi vida personal. Y eso está bien, porque mi objetivo no es dar un sentido personal a las cosas. Puedo buscar un significado personal en la decisión a posteriori, pero eso no es lo que impulsa la decisión.
Cuando tomes una decisión, sé claro contigo mismo sobre qué objetivos persigues. No tienes por qué argumentar que tu elección es la mejor manera de mejorar el mundo si ese no es realmente el objetivo. Está bien apoyar a tu organización artística local porque su trabajo te da alegría, porque quieres participar activamente en tu comunidad o porque te ayudaron y quieres corresponderles. Si tu objetivo también es mejorar el mundo en la medida de lo posible, decide cuánto tiempo y dinero quieres dedicar a ese objetivo e intenta utilizar esos recursos de la forma más eficaz posible.
Esta es una traducción directa del artículo original, publicado bajo licencia CC BY 4.0.