En busca de oro
Este texto no pretende ser una transcripción completa de la ponencia de Owen. Se ha editado ligeramente por cuestiones de claridad.
La metáfora que recorre este artículo es pensar en el altruismo eficaz como en una búsqueda de oro. Voy a usarla para ilustrar varios puntos. En este caso, el oro representa lo que valoramos realmente. Por ejemplo: lograr que más personas sean felices y reciban una buena educación, evitar que se padezca mucho sufrimiento o tratar de aumentar la probabilidad de que la humanidad consiga llegar a las estrellas. Cuando leas «oro», dedica un momento a pensar en qué cosas valoras (puede que no sea solo una cosa en particular) y sustitúyelas por el oro.
La figura 2 es una foto de Viktor Zhdanov, a quien descubrí gracias al libro Doing Good Better de Will MacAskill. Zhdanov fue un biólogo ucraniano que desempeñó un papel decisivo en la puesta en marcha de un programa para la erradicación de la viruela. Gracias a ello, probablemente fue responsable de salvar decenas de millones de vidas.
Obviamente, no todos cosechamos logros tan monumentales. Pero, con ejemplos como el de Zhdanov, podemos observar que algunas personas consiguen mucho más oro, o lo que quiera que valoremos de forma altruista, que otras. Esto es motivo suficiente para que nos hagamos preguntas como la siguiente:
¿Qué hace que algunas personas tengan mejores oportunidades que otras? ¿Cómo podemos encontrar oportunidades como esas?
Otras personas ya han hablado sobre dónde está el oro y qué mapas podemos usar para encontrarlo. No voy a tratar esos temas en este artículo. Me voy a centrar en las herramientas y técnicas que podemos usar para localizar el oro, en lugar de intentar dar mi visión sobre dónde se encuentra directamente.
Quiero comenzar hablando un poco sobre por qué estoy usando una metáfora. Las cuestiones que nos preocupan son enormes, complicadas e importantes. ¿Por qué intento reducirlas al oro? Porque quiero que este artículo se centre en las técnicas, las herramientas y los enfoques que podemos usar. Si lo que valoramos es complejo, va a absorber nuestra atención constantemente. Independientemente de lo que sea aquello que valoramos, muchas de las cosas que podemos hacer para identificar dónde se encuentra y cómo conseguirlo se mantienen constantes. Creo que sustituir lo que valoramos por algo muy simple ayuda a que nos centremos en un nivel que está por encima de las discusiones sobre qué consideramos valioso.
El primer punto que quiero tratar es que el oro de verdad está repartido de manera bastante desigual por el mundo. Hay muchos sitios que apenas tienen oro y unos pocos donde hay una gran veta de oro que recorre el suelo. Esto tiene varias consecuencias. Una es que estamos deseando encontrar esas vetas.
El siguiente punto es el muestreo. Por ejemplo, si quiero saber aproximadamente cómo de alta es la gente, tomar como muestra a cinco personas y sacar su altura media no sería una mala metodología. No obstante, si quiero saber cuánto oro hay en el mundo de media, tomar como muestra cinco lugares aleatorios y hacer mediciones allí no es una metodología muy buena. Es bastante probable que encuentre cinco sitios donde no haya oro y, por tanto, subestime su presencia considerablemente. O puede que en uno de ellos haya mucho oro y, a consecuencia de ello, tenga una percepción exagerada de la cantidad de oro que hay en el mundo.
A esta propiedad estadística se le suele denominar «distribución de cola pesada». En la parte izquierda de la figura 6 tenemos una distribución sin cola pesada. Esto indica que hay una gran variedad de cantidades de oro en distintos sitios, pero que ninguno de estos lugares tiene considerablemente más o menos oro de lo normal.
En cambio, a la derecha, vemos una distribución de cola pesada. Se parece a la distribución de la izquierda, excepto por la larga cola que alcanza cantidades enormes de oro con unas probabilidades de encontrarlo que no desaparecen rápido. Esto tiene ciertas implicaciones.
En la figura 7 tenemos otra forma de ver estas distribuciones. En este caso, he ordenado de izquierda a derecha los sitios según las cantidades de oro que tienen, de menor a mayor cantidad. Los percentiles están en el eje horizontal, y la cantidad de oro, en el eje vertical. En este caso, el área coloreada en la parte inferior del gráfico corresponde a la cantidad total de oro. A la izquierda, en la distribución que no es de cola pesada, vemos que el oro está distribuido de manera uniforme entre los distintos lugares. Si queremos conseguir la mayoría del oro, lo importante es ir a tantos sitios distintos como podamos.
La energía solar encaja perfectamente con el gráfico de la izquierda: algunos sitios reciben más luz del sol que otros, pero la cantidad de energía solar que se genera depende más del número total de paneles solares que del lugar exacto en el que se coloquen.
Por contra, en el gráfico de la derecha tenemos una distribución en la que una buena parte del área está en el pico de la derecha. Esto significa que gran parte del oro, o de lo que nos parezca valioso, se encuentra en los percentiles superiores de la distribución, que son excepcionalmente buenos.
No soy geólogo ni sé mucho sobre el oro, pero entiendo que el oro real se distribuye como en el gráfico de cola pesada de la derecha. Así que podemos preguntarnos: ¿Esto también se aplica a las oportunidades para hacer el bien en el mundo? Las figuras 8 y 9 nos ayudan a ilustrar visualmente esta idea.
Cuando observamos el mundo en toda su complejidad, vemos que en muchos sitios distintos aparecen distribuciones de cola pesada. Hay varias razones teóricas según las cuales podemos esperar que aparezcan ciertos tipos de distribuciones. Empíricamente, si observamos estadísticas como la distribución de ingresos en el mundo, descubrimos la propiedad de cola pesada (figura 8).
Como es obvio, en muchos casos no nos encontraremos esta propiedad. Sin embargo, cuanto más nos centramos en sistemas complejos con muchas interacciones, más aumenta el grado en que vemos esta propiedad. Es una característica importante de muchas de las maneras en que intentamos interactuar para mejorar el mundo.
Si nos fijamos específicamente en oportunidades para hacer el bien, hay varios motivos por los que estoy convencido de que esta propiedad está presente.
Uno de los motivos son los argumentos convincentes. Si me importa que deje de haber personas que se mueran de hambre —lo cual es cierto— podría preguntarme: ¿Debería interesarme por un alivio directo de las hambrunas e intentar llevar alimentos a las personas que se están muriendo de hambre hoy o debería centrar mi atención en algo más especulativo? Algunas personas defienden que sería más eficaz centrarse en investigar soluciones para alimentar a una gran cantidad de personas si hay un colapso de la agricultura, y personalmente me parece un argumento convincente. Es un ejemplo extremo y no es algo en lo que pensemos habitualmente. Sin embargo, si nuestro único objetivo es intentar alimentar a personas, uno de los mecanismos parece mucho más eficaz que el otro.
Con estos datos de la segunda edición del Disease Control Priorities in Developing Countries (Prioridades en el control de enfermedades en los países en desarrollo, o DCP2) (figura 9) se ha intentado estimar la relación coste-eficacia de muchas intervenciones sanitarias distintas en los países en vías de desarrollo. El eje X está en una escala logarítmica. Las intervenciones se han agrupado en columnas y cada una es diez veces más eficaz de media que la que tiene a la izquierda. Por lo tanto, la columna que está más a la derecha es unas 10 000 veces más eficaz que la columna que está más a la izquierda. Y esto es solo en esta área de salud mundial, en la que hemos conseguido tener datos lo suficientemente buenos como para hacer estas estimaciones, que nos muestran que hay una gran diversidad entre las relaciones coste-eficacia.
Esto implica que, si queremos conseguir oro, deberíamos centrarnos en encontrar las vetas que tienen enormes cantidades de este metal precioso, lo cual puede llevarnos a conclusiones sorprendentes. Quizá nos parezca menos emocionante descubrir que algo se encuentra en el percentil 90 porque, antes de que supiésemos nada, podía estar en cualquier parte de la distribución. Como la mayor parte del valor posible procede del percentil 99, descubrir que algo está solo en el percentil 90 nos da información útil, pero puede hacer que tengamos una peor opinión de ello. Esto ocurre cuando tenemos una distribución bastante extrema, y resulta interesante fijarse en que, cuando hay distribuciones de cola pesada, podemos encontrarnos estas propiedades contraintuitivas.
Otra de las implicaciones es que, por una cuestión de muestreo, el empirismo ingenuo («vamos a hacer muchas cosas y ver qué sale mejor») no basta. No es posible tomar el número de muestras suficiente ni medir los resultados lo suficientemente bien como para juzgar la eficacia real de las cosas.
Si queremos conseguir tanto oro como podamos, tenemos que ir a un sitio donde haya mucho. Necesitamos tener las herramientas adecuadas para extraerlo y un buen equipo que vaya a usar esas herramientas. También podemos aplicar esta analogía a las oportunidades para hacer el bien. Podemos medir aproximadamente la eficacia de un área o de un tipo de intervención. Podemos comparar la eficacia de las intervenciones que implementamos para aportar valor en un área con otras intervenciones en la misma área. También podemos contrastar la eficacia del equipo o la organización que se encargan de la implementación con lo bien que podrían implementar dicha intervención otros equipos.
Basándonos en las dimensiones del gráfico, el valor total del trabajo realizado es igual al producto de estas dimensiones. En la figura 11 esto se representa con un volumen que queremos aumentar al máximo. Para conseguirlo, necesitamos que cada una de las dimensiones vaya razonablemente bien o, al menos, que ninguna de las dimensiones vaya terriblemente mal. Esto puede implicar que si hay un área y una intervención que nos entusiasman, pero solo puede trabajar en ellas un equipo mediocre, podría ser mejor no hacerlo, sino intentar que otras personas trabajen en ellas. O bien podemos hacer algo para mejorar considerablemente el equipo. Del mismo modo, probablemente no deberíamos prestar apoyo a un equipo, aunque sea fantástico, si está trabajando en un área que no parece importante.
En esta sección, voy a hablar sobre las herramientas y técnicas para identificar dónde se encuentra el oro. Una propiedad interesante del oro es que cuando lo extraemos del suelo es fácil de reconocer. En nuestras iniciativas altruistas, tenemos que enfrentarnos con frecuencia a casos en los que esto no es así. Nuestro oro no es físico, así que tenemos que deducir que existe usando distintas herramientas, como sucede con la materia oscura.
Por este motivo, usar esas herramientas de manera concienzuda cobra mayor importancia. De hecho, lo que vemos en la foto de la izquierda de la figura 12 es pirita, no oro. Solo porque una persona nos diga que algo es oro no deberíamos confiar siempre en su palabra, aunque esa información nos pueda servir de ayuda. Necesitamos contar con buenas herramientas para identificar oportunidades particularmente valiosas y poder ser capaces de ver las diferencias entre ellas y decir: «Mira, esto tiene cierto valor, pero puede que no sea a lo que deberíamos dedicarnos».
Si vamos primero a una zona en la que no ha estado nadie antes, allí donde hay vetas de oro suele haber pequeñas pepitas de oro tiradas en el suelo y es extremadamente sencillo conseguir este metal precioso. Si enviamos allí a varias personas, las recogerán durante un tiempo y se acabará el oro que está por el suelo.
Si quieren conseguir más oro, tal vez lleguen más personas con más palas. Supone más trabajo, pero aún se puede seguir sacando oro (figura 15).
Después habrá que cavar más profundamente, hasta que las palas ya no sirvan de ayuda y se necesiten equipos más grandes y maquinaria pesada para extraer el metal precioso (figura 16). Aún se puede sacar oro, pero nos exige dedicar más trabajo por cada pequeña cantidad que se consigue extraer. Este es el fenómeno general de los rendimientos decrecientes respecto al esfuerzo que se dedica a una tarea. Este concepto se usa en muchas situaciones distintas, así que merece la pena comprenderlo bien.
Este término, como varios de los que voy a hablar, proviene de la economía. Algunos de ellos están sacados directamente de ese campo, pero en otros hay alguna modificación conceptual.
Por ejemplo, creo que es el caso en el área de la salud mundial. Entiendo que hace 15–20 años la vacunación masiva tenía una relación coste-eficacia extremadamente alta y que probablemente era la mejor intervención que se podía hacer. Entonces llegó la Fundación Gates, que financió muchas de las intervenciones de vacunación masiva. Ahora la intervención más costo-efectiva tiene una relación coste-eficacia menor que las vacunaciones masivas porque ya hemos escogido la opción más evidente. De igual manera, en el campo de la seguridad de la inteligencia artificial, escribir el primer libro sobre superinteligencia es bastante importante en comparación con el libro número 101 sobre el tema.
He hablado ya sobre cómo podemos descomponer la eficacia de las organizaciones en: las áreas en las que se trabaja, la intervención que se lleva a cabo y el equipo que se ocupa de ella. Ahora me voy a centrar en el primer factor: cómo evaluar la eficacia de un área de trabajo. Y voy a descomponerlo en tres dimensiones diferentes.
La primera de estas dimensiones es la escala. Si el resto de las condiciones son iguales, preferiríamos ir a un lugar en el que haya mucho oro, en vez de poco. Si hacemos esto, lo más probable es que consigamos más oro por cada unidad de esfuerzo.
La segunda dimensión es la tratabilidad. Lo ideal es ir a un sitio en el que logremos más avances por cada unidad de esfuerzo. Por ejemplo, convendría ir a un lugar donde resulte sencillo cavar en el suelo, en vez de a uno donde haya que sacar el oro de una ciénaga.
La tercera dimensión es el no abarrotamiento. A veces se ha llamado a esta dimensión «desatención». Personalmente, el término me parece ambiguo porque a veces se usa para referirse a un área a la que deberíamos dedicar más recursos. A lo que me estoy refiriendo aquí es a que no hay muchas personas que estén trabajando en esa área. A igualdad de condiciones, preferiríamos ir a una zona en la que otros no hayan recogido aún las pepitas de oro tiradas en el suelo, que a una donde ya lo hayan hecho y donde el oro que quede sea bastante difícil de extraer.
Lo ideal sería estar en un mundo en el que haya mucho oro fácil de extraer y que nadie se haya llevado aún ninguna pepita. Pero es poco frecuente que nos encontremos en esa circunstancia óptima.
Voy a presentaros un intento de precisar esta pregunta (figura 20).
Si no tenéis costumbre de pensar en derivadas, sencillamente ignorad las «d». En la parte izquierda de la figura 20, tenemos representado el valor de un poco de trabajo extra. Es lo que nos interesa si intentamos evaluar a cuál de estas áreas deberíamos dedicar más trabajo.
A la derecha hay una factorización que no tiene importancia matemática y parece que solo complica más las cosas. He tomado la expresión de la izquierda y he añadido varias cosas que se cancelan las unas a las otras. Espero poder justificar esta descomposición consiguiendo que sea más fácil de interpretar y medir. Voy a explicar por qué creo que es así.
El primer término mide la cantidad de valor que obtenemos cuando resolvemos un 1 % extra de una solución. Esto nos indica aproximadamente cómo de importante es la totalidad del problema con el que estamos lidiando. Creo que es una versión bastante precisa del concepto de «escala».
El segundo término es algo más complicado. Es una elasticidad que mide, para un aumento proporcional en la cantidad de trabajo que se lleva a cabo, qué proporción de una solución conseguimos.
El último término es igual a uno entre la cantidad total de trabajo que realiza, así que es una medida muy natural para el no abarrotamiento.
Si contamos con una versión precisa de este tipo de marco formado por la escala, la tratabilidad y el no abarrotamiento, podemos evitar que haya descripciones distintas para los términos. Aunque hay algunas nociones de la tratabilidad que no encajan con este marco, la idea de medir la cantidad de trabajo que debemos realizar para acercarnos a una solución está bastante bien reflejada aquí.
Creo que estas tres dimensiones importan, lo que significa que probablemente no deberíamos trabajar en una intervención que dé resultados terribles en cualquiera de las dimensiones. No voy a dedicar una hora a ayudar a una abeja, aunque nadie más esté ayudándola y sea muy fácil hacerlo, porque la escala es muy pequeña. Tampoco creo que debamos dedicar nuestra energía a las máquinas de movimiento perpetuo, aunque prácticamente nadie está trabajando en ello y sería estupendo si nuestros esfuerzos dieran sus frutos, ya que parece que no es tratable.
Este razonamiento podría desaconsejarnos que dediquemos nuestros esfuerzos al cambio climático, porque el problema recibe mucha atención a escala global. Voy a añadir algunas salvedades más a este punto. Una es que esto va a seguir siendo cierto mientras pensemos que hay otros problemas que reciben considerablemente menos recursos. Otra es que puede haber una excepción en el caso de alguien que encuentre una manera mucho mejor de lograr avances en el problema del cambio climático que la del trabajo típico que se ha llevado a cabo en esa área.
Aun así, debería parecernos sorprendente que yo sostenga una afirmación como «el cambio climático no es un área de prioridad alta». Suena controvertido y deberíamos mostrar escepticismo ante esta idea, pero creo que «prioridad alta» es un término cargado de connotaciones, así que quiero diferenciarlo mejor.
Si descubrimos dos lugares donde hay oro en el suelo y nos preguntamos: «¿A dónde deberíamos enviar a la gente si queremos conseguir oro?». La respuesta va a depender de varios factores. Puede que enviemos a la primera persona al sitio que está a la derecha en la figura 22, donde solo hay un poco de oro, pero es muy fácil sacarlo. Después, puede que enviemos a las siguientes diez personas al sitio de la izquierda, porque allí hay más oro en total. La primera persona ya habrá extraído la mayor parte del oro de la derecha, y queremos que haya más personas en total trabajando en el sitio de la izquierda.
¿Cuál de estos lugares es más prioritario? Depende de qué pregunta estés haciendo.
Las cifras empleadas en el gráfico son inventadas, pero es posible que tengamos una distribución como la de la parte izquierda de la figura 23. Cuando nos preguntamos «¿Cuánto debería gastar el mundo en un área en total?», vemos una distribución en la que tal vez el cambio climático parezca muy grande.
Si, en lugar de ello, nos preguntamos «¿Cómo de valioso es el gasto marginal?», es posible que el gráfico tenga un aspecto bastante diferente, ya que depende en gran medida de cuánto dinero se esté gastando ya. Las líneas de puntos de la figura 23 representan cuánto se está gastando. El gráfico de la derecha es una función de cuánto se debería gastar en total, cuánto se está gastando ya y cuál es el rendimiento marginal (es decir, qué aspecto tiene la curva).
Creo que ambas nociones son importantes, y la decisión de cuál de ellas escoger depende de lo que estemos hablando. Si hablamos sobre lo que debemos hacer como individuos o grupos pequeños, es adecuado usar la noción de prioridad marginal y de cuánto ayudan los recursos extra. Si hablamos sobre lo que debemos hacer de forma colectiva como sociedad o sobre lo que debe hacer el mundo, suele ser correcto hablar de prioridad absoluta y de cuántos recursos deben invertirse en total.
En la mayoría de los temas que he tratado, no me he posicionado acerca de cuál es nuestra visión del valor. Sin embargo, en este punto voy a hacer más conjeturas. Muchas personas opinan que debemos intentar obtener tanto valor a largo plazo como podamos. Si no compartes esta opinión, puedes tratarla como una hipótesis. Si no has pensado acerca de este tema, es una pregunta bastante interesante e importante, y a la que vale la pena dedicar algo de tiempo.
Supongamos que consideramos importante crear el máximo valor posible a largo plazo. En nuestra metáfora de la búsqueda de oro, esto puede significar que queremos conseguir tanto oro como sea posible a la larga, en vez de intentar extraer la máxima cantidad de oro posible este año.
Algunas tecnologías pueden ser destructivas, como la dinamita, con la que podemos obtener mucho oro al momento, pero que también hace explotar una cierta cantidad de oro que nunca vamos a poder recuperar. Puede que sea una buena herramienta si nos centramos en conseguir oro a corto plazo, pero podría ser mala si nuestro objetivo es obtener oro a largo plazo.
Podemos desarrollar alguna tecnología que sea igual de eficiente pero menos destructiva. Habrá personas que consideren importante obtener tanto oro como sea posible a corto plazo y, por lo tanto, vayan a usar la tecnología más eficiente para ello. Así que uno de los factores más importantes que afectan a la cantidad de oro que se va a extraer a la larga es en qué secuencia se desarrollan las tecnologías. Si primero descubrimos la dinamita, la vamos a usar y, en consecuencia, se va a destruir mucho oro. Pero si descubrimos la perforadora primero, para cuando llegue la dinamita pensaremos: «¿Para qué vamos a usarla si ya tenemos esta maravillosa perforadora?».
Filósofos como Nick Bostrom han usado este argumento para intentar potenciar tanto la sabiduría de la sociedad como unas buenas instituciones de toma de decisiones antes de desarrollar la tecnología o los avances que podrían poner en peligro la trayectoria de la civilización a largo plazo. También se han centrado en desarrollar tecnologías que mejoren la seguridad de los nuevos avances antes de que surja algo que suponga un riesgo.
En esta sección voy a explicar por qué esta es una labor colaborativa. La idea es que no estamos todos pensando individualmente: «Tengo que averiguar dónde está la mayoría del oro más tratable y más desatendido. Y voy a hacerlo por mi cuenta». Hay muchas personas que piensan de esta manera y cada año hay más, lo cual me parece muy emocionante, pero tenemos que aprender a cooperar.
En gran medida, tenemos las mismas opiniones (u opiniones muy parecidas) sobre lo que es valioso. Es posible que algunas personas piensen que la plata también es valiosa, y no solo el oro, pero todos estamos de acuerdo en que el oro es importante. Debemos ser capaces de coordinarnos y asegurarnos de asignar a las distintas personas las tareas que se ajustan mejor a sus aptitudes.
En la figura 25 tenemos a Harry, Hermione y Ron. Tienen tres tareas para conseguir oro: investigar, mezclar pociones y hacer magia con la varita. Hermione es la mejor en todas estas tareas, pero no tiene un giratiempo, así que no puede hacerlo todo. Por tanto, hay que encontrar una manera de distribuir el trabajo y, para ello, vamos a usar la ventaja comparativa. Hermione tiene una ventaja absoluta en todas estas tareas, pero para ella sería una pérdida de tiempo preparar pociones porque a Harry no se le da mal. Nadie es mejor que ella investigando, así que deberíamos asignarle esa tarea.
Esta es una herramienta que puede guiar nuestra forma de pensar sobre lo que deberíamos hacer como individuos. Por ejemplo, si creo que cierto trabajo técnico es la tarea más valiosa a la que podría dedicarme, pero soy bastante mediocre en esa tarea y, en cambio, soy muy buen comunicador, tal vez debería intentar ayudar a los investigadores técnicos de ese campo a comunicar lo que hacen en su trabajo para que cada vez se impliquen más personas en él y esto atraiga a más gente que pueda hacer un buen trabajo.
Ahora que la hemos aplicado a nivel individual, también la podemos aplicar a nivel de grupo. Podemos observar que hay diferentes organizaciones o grupos que pueden estar en mejores condiciones que otros para aprovechar distintas oportunidades.
Si nos ponemos más especulativos, podemos aplicar esta idea al tiempo. Cabe preguntarse: «¿Para qué estamos particularmente bien posicionados hoy, en comparación con las personas que vivieron en el pasado y las que vivirán en el futuro?». No podemos cambiar lo que hicieron otras personas en el pasado, pero sí podemos valorar cuál es nuestra ventaja comparativa con respecto a las personas que vivirán en el futuro. Si va a haber distintos desafíos posibles en el futuro a los que vamos a tener que enfrentarnos, tiene sentido que trabajemos en los que surjan primero porque, si surge un desafío el año que viene, quienes lleguen cinco años más tarde no van a poder trabajar en él.
Otra consideración que debemos tener en cuenta es que estamos en una posición desde la cual podemos influir en el número de personas futuras que puedan estar interesadas en estos desafíos y trabajar en ellos. Tenemos más influencia sobre esto que las personas del futuro, así que tiene sentido que nos centremos en ello.
Otra cuestión especialmente importante es cómo conseguir que las cosas funcionen. El mundo es enorme, complicado y caótico. No podemos esperar que cada uno de nosotros desarrolle modelos perfectos trabajando de forma individual. De hecho, es una tarea demasiado complicada como para esperar que siquiera una persona lo consiga. Quizá sea el caso que todos estemos paseándonos por ahí con pequeñas ideas en nuestra cabeza que, volviendo a la metáfora de la búsqueda de oro, son las piezas del puzle de un mapa que nos indica dónde encontrar este metal precioso. Necesitamos que haya instituciones que unan estas piezas. Es un problema complicado porque las piezas de algunas personas son del puzle equivocado y no nos ayudan a encontrar oro. Lo ideal es que nuestras instituciones las filtren y solo unan las piezas correctas para guiarnos a donde queremos llegar.
Como sociedad, tenemos que enfrentarnos a este problema en diversos ámbitos y, para ello, hemos desarrollado distintas instituciones. Por ejemplo: en el ámbito de la ciencia contamos con el proceso de revisión científica externa; tenemos la Wikipedia para agrupar el conocimiento y las reseñas de Amazon para acumular opiniones sobre qué productos son buenos; y contamos con la democracia, que nos permite reunir las preferencias de muchas personas distintas para intentar elegir qué beneficia más a una sociedad.
Por supuesto, ninguna de estas instituciones es perfecta y esto supone un reto. Es como si una pieza de puzle que no encaja se colase en la conversación. Y esto ocurre en muchos casos. Por ejemplo, en el de la crisis de replicación en parte de la psicología, el vandalismo dentro de Wikipedia y las reseñas falsas en Amazon que hacen que algunos productos parezcan buenos y otros malos.
Tal vez podamos adaptar una institución que ya existe a nuestros objetivos de intentar agrupar el conocimiento sobre cuáles son las maneras de hacer el mayor bien posible. No obstante, cabe la posibilidad de que necesitemos algo un poco distinto. Tal vez alguien que esté leyendo esto acabe dedicándose a concebir instituciones que aporten valor en esta área. Creo que este es un problema muy importante cuya relevancia va a seguir aumentando a medida que crezca la comunidad del altruismo eficaz.
Otra de las cosas que puede contribuir a mejorar el panorama es intentar tener unas buenas normas locales. Si compartimos nuestras ideas con otras personas, puede que nos escuchen. Quizá solo presten atención por el carisma de la persona que está hablando, en vez de por la veracidad de la pieza del puzle. Deberíamos promover la diseminación de buenas ideas, inhibir la propagación de las malas y fomentar las contribuciones originales.
Para lograr los primeros dos objetivos, la autoridad resulta útil. Podemos adoptar la siguiente postura: «Ya hemos resuelto esto y estamos completamente seguros de ello, así que no vamos a aceptar nada distinto». Pero este enfoque no va a sernos útil para conseguir ideas nuevas.
Parémonos a pensar en los motivos por los que creemos en algo en concreto. ¿Es porque alguien nos lo ha dicho? ¿Es porque lo hemos pensado con detenimiento y sacado conclusiones nosotros mismos? La línea entre estos dos casos suele desdibujarse y solemos aceptar los motivos que nos dan otras personas sin examinarlos en profundidad.
Conviene que seamos sinceros con nosotros mismos y también que se lo comuniquemos a otras personas. Si crees algo concreto porque Juan Blóguez te lo ha dicho, pero Juan es muy prudente y comprueba sus argumentos de forma concienzuda, dilo. O puede que esa pieza del puzle la hayas recortado tú, pero eso no significa que debamos darle más crédito. Me ha pasado algunas veces que, tras llegar a ciertas concusiones y creer que había conseguido probar algo, he descubierto que había cometido errores. Por estos motivos, es conveniente valorar por separado el nivel de crédito que damos a algo y la razón por la que creemos en ello.
Además, los motivos individuales y colectivos para creer en ciertas cosas pueden diferir. Pongamos por caso la siguiente afirmación: «Cuesta unos 3 500 dólares estadounidenses evitar que una persona muera de malaria». En la comunidad del altruismo eficaz se cree ampliamente en esta afirmación. El motivo por el que creemos en ella colectivamente es porque es el fruto de una serie de ensayos controlados aleatorizados. Después de llevarlos a cabo, unos analistas bastante inteligentes y sensatos de GiveWell han examinado los datos, explorado las alternativas contrafácticas, elaborado su análisis y llegado a la siguiente conclusión: «En términos netos, la cantidad es alrededor de 3 500 dólares estadounidenses».
Sin embargo, ese no era el motivo por el que yo creía en esta afirmación. Creía en ella porque me habían dicho que GiveWell había hecho ese análisis y decía en su sitio web que son 3 500 dólares estadounidenses. Cuando estaba escribiendo este artículo, fui al sitio web para leerlo yo mismo. Aunque para mí supone más trabajo, aporta valor a la comunidad porque estoy acortando la cadena de trasmisión de mensajes. Cuando los mensajes pasan de una persona a otra, es posible que se introduzcan errores y que estos se repitan. Si volvemos a las fuentes iniciales de la cadena y comprobamos la información, podemos acortar la cadena y tener más confianza en esas afirmaciones.
Cuando no estamos de acuerdo con alguien, tal vez veamos que hay piezas de su puzle que no encajan. A veces hacemos caso omiso a lo que tienen que decir, pero en mi opinión esta no suele ser la estrategia más productiva. Aunque haya partes de lo que digan que no sean correctas, puede que otro aspecto de su proceso de reflexión llene un vacío que teníamos en nuestra perspectiva y nos ayude a comprender mejor la situación.
Normalmente, cuando me encuentro con alguien que tiene una perspectiva que me parece poco probable que sea correcta, me interesa descubrir cómo ha llegado a esa conclusión y cómo reflexiona acerca de ella. En parte, lo hago porque me fascinan las personas y la forma en que pensamos, pero también porque me parece educado y fructífero. Me ayuda a crear una imagen más completa de todas las evidencias que tenemos de forma colectiva.
En esta sección voy a aplicar las ideas que acabo de mencionar. A lo largo de este artículo, he hablado sobre distintas cosas sin mencionar mi nivel de competencia en ellas ni por qué creo que son ciertas. Así que eso es lo que voy a tratar ahora.
Distribuciones de cola pesada: creo que es bastante seguro asumir que la distribución de referencia de las oportunidades en el mundo sigue una distribución de cola pesada. Verla en muchos ámbitos distintos y comprender la teoría sobre por qué aparece nos lleva a pensar que es extremadamente probable que sea así. De todos modos, hay una pregunta empírica abierta sobre hasta dónde llega la cola exactamente, porque esta propiedad no es binaria, sino que se encuentra en un espectro.
Tengo que hacer una salvedad importante: hay un mecanismo que puede ejercer presión contra este fenómeno. Si a la gente se le da bien buscar e identificar las mejores oportunidades, y las encuentran y aprovechan de forma uniforme, es posible que las mejores oportunidades que queden no sean tan buenas.
Esto ocurre en los mercados normales: las formas de ganar dinero empiezan distribuidas en un rango amplio. En la figura 36 se usa una escala logarítmica en el eje X para representar una distribución de cola pesada. Los que están perdiendo dinero dejan de hacer lo que estaban haciendo y ven que hay otras personas que ganan mucho dinero con sus actividades, así que deciden dedicarse a ellas también. Más gente se traslada a esa área y, debido a los rendimientos decrecientes, se acaba ganando menos dinero del que se solía ganar. Finalmente, se acaba con una distribución más estrecha del valor que producen las personas que hacen esas actividades de la que se tenía en un principio.
Puede que haya cierta presión en esa dirección en el contexto de las oportunidades para crear valor altruista. Por supuesto, no creo que estemos en un mercado eficiente propiamente dicho, pero no estoy seguro de cómo de eficiente es. Espero que, a medida que crezca esta comunidad y haya cada vez más personas intentando escoger actividades de mucho valor, la distribución tenga cada vez una cola menos pesada.
Uno de los mecanismos que dota de eficiencia a los mercados normales son los bucles de realimentación: la gente se da cuenta de si está ganando o perdiendo dinero. Otro mecanismo es que, como resultado de estos bucles, se hacen análisis. Con estos análisis se intenta averiguar si invertir más recursos en una oportunidad concreta va a conseguir que ganemos más dinero o no. Creo que este tipo de análisis es una parte importante del proyecto en el que nos estamos embarcando de forma colectiva.
En general, opino que no estamos ante un mercado eficiente y creo que tenemos distribuciones de cola pesada, aunque no sé cómo de extremas, ya que responden a las acciones que está emprendiendo la gente.
Factorización de la relación coste-eficacia: creo que es un punto sencillo que no da lugar a error. No obstante, sigue sin respuesta una pregunta empírica: ¿Cuánto importan las distintas dimensiones? Puede que haya más variación en una de las dimensiones que en las otras. No tengo una opinión clara sobre esta cuestión. En el caso de la eficacia de las intervenciones en el área de la salud mundial, hemos visto que variaba en 3 o 4 órdenes de magnitud. Opino que, en el caso de la eficacia a nivel de área, podría haber una variación aún mayor y, en el caso de la eficacia a nivel de organización, no soy experto en el tema, así que no tengo una opinión formada sobre ello.
Rendimientos decrecientes: creo que este es un punto muy consolidado. En algunos ámbitos, hay rendimientos crecientes a escala con los que se logran economías de escala, y eso ayuda. Esto se suele aplicar a nivel de organización o de organización dentro de un ámbito, mientras que los rendimientos decrecientes se suelen aplicar a nivel de ámbito. A pesar de ello, añadiría una nota de advertencia porque sé que hay personas inteligentes que creen que estoy sobrevalorando la importancia de los rendimientos decrecientes.
Escala, tratabilidad y no abarrotamiento: creo que es obvio que son importantes y que esta factorización es correcta como tal. Lo que no está tan claro es si sirve para descomponer este marco en propiedades que son más fáciles de medir y si es una forma útil de hacerlo. Diría que sí, porque coincide ligeramente con un marco informal que se ha estado usando y que parece útil.
Prioridad absoluta y marginal: este punto es un poco trivial, pero lo he presentado porque creo que no todo el mundo tiene estas nociones y podemos llegar a confundirnos si no están claras.
Progreso diferencial: este argumento aparece en varios artículos académicos, y algunas de las personas más inteligentes y sensatas que conozco creen en él, lo que me da algunos indicios de que puede ser cierto, además de mi reflexión personal. Puede ser contraintuitivo y no se ha sometido a mucho escrutinio, así que deberíamos examinarlo más a fondo.
La ventaja comparativa es un concepto estándar de la economía. Normalmente los mercados intentan empujar a la gente a que trabaje de forma que use su ventaja comparativa. No sucede lo mismo necesariamente cuando tenemos como objetivo aportar valor altruista.
El hecho de que este concepto se aplique a lo largo del tiempo es más especulativo. Soy uno de los principales defensores de esta idea y, de momento, nadie la ha rechazado. No obstante, el concepto debería tomarse con ciertas reservas porque no se ha sometido a mucho escrutinio.
Agrupar el conocimiento: creo que tendemos a pensar que necesitamos instituciones para conseguir este objetivo. También hay un consenso amplio sobre el hecho de que las instituciones que tenemos no son perfectas, pero no estoy seguro de si podremos crear mejores instituciones.
Compartir los motivos de nuestras creencias: opino que esto es de sentido común y que, a igualdad de condiciones, es preferible compartir nuestro razonamiento a no hacerlo. Sin embargo, implica algunos costes: ralentiza la comunicación y puede que no suene glamuroso. Por ello, quizá resulte más difícil que la gente se anime a hacerlo. Creo que estaría bien animar a la gente a que comparta los motivos de sus creencias, pero no sé cuánto y no quiero ser desmesuradamente exigente sobre este asunto. Hasta cierto punto, opino esto porque algunas personas inteligentes y sensatas que conozco creen que deberíamos ir en esa dirección y me baso en la opinión de otras personas cuando no veo un motivo que me indique que tengo una perspectiva considerablemente mejor que ellas.
Por último, ¿por qué he compartido esto con vosotros?
Se puede buscar oro sin entender todos estos argumentos teóricos sobre la distribución del oro en el mundo.
Pero, como lo que realmente valoramos es invisible, debemos ser prudentes al marcarnos unos objetivos adecuados.
Creo que es importante para nuestra comunidad que este conocimiento se difunda ampliamente y, como aún estamos en nuestros inicios, es particularmente importante intentar que este conocimiento forme parte de las bases de la comunidad y que lo vayamos ampliando con el tiempo.
No queremos que haya un fenómeno estilo «fiebre del oro» en el que nos lancemos todos a por algo y resulte que ahí no había mucho valor.