Escepticismo sobre la ayuda exterior
El escepticismo sobre la ayuda exterior es el escepticismo con respecto al impacto de los programas de ayuda exterior.
Los escépticos sobre la ayuda exterior, como Dambisa Moyo, William Easterly y Angus Deaton, critican los programas de ayuda exterior por diversos motivos. Tres de las objeciones más comunes son que los programas de ayuda han sido (1) extremadamente costosos, (2) en gran medida ineficaces y (3) a menudo netamente perjudiciales.1 El resto de esta entrada resume algunas de las respuestas a estas críticas.
Los programas costosos también pueden ser costo-eficaces. Los escépticos sobre la ayuda suelen objetar los altos costos de los programas de ayuda. Por ejemplo, Moyo escribe “Ahí lo tenemos: sesenta años, más de 1 billón de dólares en ayuda para África, y nada demasiado bueno que mostrar”.2 De forma similar, Easterly afirma: “la otra tragedia de los pobres del mundo… es la tragedia en la que Occidente ha gastado 2,3 billones de dólares en ayuda exterior en las últimas cinco décadas y aún no ha conseguido hacer llegar a los niños medicinas de doce céntimos para evitar la mitad de todas las muertes por malaria. Occidente ha gastado 2,3 billones de dólares y aún no ha conseguido distribuir mosquiteras de cuatro dólares a las familias pobres. Occidente ha gastado 2,3 billones de dólares y aún no ha logrado que cada madre reciba tres dólares para evitar cinco millones de muertes infantiles”.3
Sin embargo, para evaluar la costo-eficacia de la ayuda exterior hay que tener en cuenta no solo los costos de estos programas, sino también sus beneficios, representados por el número de personas beneficiadas (más de 400 millones) y el periodo durante el que fueron beneficiadas (sesenta años). Cuando se hacen estos ajustes, resulta que el gasto total de la ayuda en África solo asciende a 40 dólares por persona por año.4 Otra estimación concluye que el flujo de ayuda exterior al desarrollo representa alrededor del 1 % de los ingresos del conjunto de los países en desarrollo.5
Algunos tipos de ayuda son mucho más eficaces que otros. Los críticos de la ayuda exterior se han centrado sobre todo en el desarrollo económico más que en la salud global. Pero estas dos formas de ayuda difieren enormemente. El Programa de Erradicación de la Viruela, financiado en parte por la ayuda internacional, ha salvado más de 60 millones de vidas desde 1980.6 Se calcula que, hacia finales de la década de 1980, la Campaña para la Supervivencia Infantil de UNICEF había salvado alrededor de 12 millones de vidas.7 El Plan de Emergencia del Presidente de los Estados Unidos para el Alivio del Sida (PEPFAR, por sus siglas en inglés) ha salvado probablemente decenas de millones de años de vida.8 Otros ejemplos de programas de ayuda que han tenido éxito son la Alianza Mundial para el Fomento de la Vacunación y la Inmunización, la Iniciativa para la Erradicación de la Poliomielitis y el Programa de Control de la Oncocercosis.9
Incluso los escépticos sobre la ayuda suelen reconocer estos éxitos. Por ejemplo, Deaton escribe:10
La ayuda exterior ha salvado millones de vidas en los países pobres. UNICEF y otras agencias han proporcionado antibióticos y vacunas a millones de niños, reduciendo la mortalidad infantil. El control y la eliminación de plagas portadoras de enfermedades han hecho seguras regiones del mundo que antes eran peligrosas. Un esfuerzo internacional eliminó la viruela, y un esfuerzo actual está a punto de hacer lo mismo con la poliomielitis. Las agencias de ayuda han puesto la terapia de rehidratación oral a disposición de millones de niños y están proporcionando mosquiteras tratadas con insecticida como protección contra la malaria, una enfermedad que todavía mata a un millón de niños africanos cada año. Entre 1974 y 2002, la oncocercosis prácticamente dejó de ser un problema de salud pública en África gracias a un esfuerzo conjunto del Banco Mundial, la Organización Mundial de la Salud, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura.
Del mismo modo, Easterly escribe:11
Hay casos de éxito de donaciones bien conocidos y sorprendentes, como la eliminación de la viruela, la casi erradicación de la oncocercosis y del gusano de Guinea, la difusión de la terapia de rehidratación oral para tratar las enfermedades diarreicas infantiles, las campañas con DDT contra los mosquitos de la malaria (aunque luego se interrumpieron por motivos medioambientales) y el éxito de los programas de vacunación de la OMS contra el sarampión y otras enfermedades infantiles.
Las formas de ayuda en las que insisten los escépticos no son tan ineficaces como estos afirman. Incluso restringiendo el enfoque al desarrollo económico (que, como se ha señalado, es una forma comparativamente ineficaz de ayuda), las pruebas existentes no apoyan la evaluación pesimista de los escépticos sobre la ayuda. Como señala un destacado experto en pobreza, “un examen objetivo de las pruebas no sugiere que la ayuda generalmente fracase. De hecho, a diferencia de lo que se afirma en El gran escape de Angus Deaton, las pruebas más recientes sugieren que la ayuda ha contribuido a promover el crecimiento económico a largo plazo”.12
Los argumentos sobre la eficacia de la ayuda exterior tienen poca relevancia para los donantes individuales. Los escépticos sobre la ayuda exterior suelen centrarse en la ayuda bilateral o multilateral, y no en los programas simples y focalizados que GiveWell y otros evaluadores de organizaciones benéficas consideran los más eficaces.13 También Moyo subraya que su libro “no se ocupa de la ayuda de emergencia ni en la basada en la beneficencia”,14 y se opone a quienes “confunden mis argumentos sobre la ayuda estructural con argumentos contra la ayuda de emergencia o de las ONG”.15 Observaciones similares se aplican a Easterly, como señala Amartya Sen en una reseña de su libro: los argumentos de los escépticos sobre la ayuda no deben “interpretarse como un escepticismo general respecto a la idea de que una persona pueda consciente y deliberadamente hacer el bien a otra. Esta no es en absoluto la posición de Easterly”.16
Por ello, aun si las críticas fueran válidas y generalizables a todas las formas de ayuda, no son pertinentes con respecto a lo que deben hacer los individuos altruistas. Como señala William MacAskill: “incluso si resultara que todos y cada uno de los programas de desarrollo que conocemos hacen más daño que bien, ese hecho no significaría que podemos comprar una casa más grande, con la seguridad de que no tenemos ninguna obligación moral apremiante de beneficencia sobre nosotros. Hay miles de problemas acuciantes que reclaman nuestra atención y en los que podríamos tener una influencia significativa con nuestros recursos”.17 MacAskill apunta a continuación varias formas en las que las personas individuales pueden utilizar sus recursos para ayudar a los demás de forma eficaz:
William MacAskill (2019) Aid scepticism and effective altruism, Journal of Practical Ethics, vol. 7, pp. 49–60, p. 56.