• Ingresar con


  • Preferencias de usuario


  • ¿Está seguro de que desea eliminar su cuenta?

  • Se perderán todas sus preferencias almacenadas. Esta acción es irreversible.

Por qué crees que tienes razón, aun cuando te equivocas

por Julia Galef
Mentalidad del explorador

Me gustaría que imaginaras por un momento que eres un soldado en plena batalla. Quizá seas un soldado romano o un arquero medieval, o quizás un guerrero zulú.

...

Independientemente del tiempo y lugar, hay algunas cosas que permanecen constantes. Tu adrenalina es elevada y tus acciones surgen de estos reflejos profundamente arraigados, reflejos que tienen origen en una necesidad de protegerte a ti y a tu bando, y de derrotar al enemigo.

Ahora me gustaría que te imaginaras en un papel muy diferente: el del explorador.

...

El trabajo del explorador no consiste en atacar o defender. Su trabajo es comprender. El explorador es quien sale a reconocer el terreno y a identificar posibles obstáculos. Quizás desea averiguar si hay un puente que cruce el río en algún lugar conveniente. Pero, sobre todo, el explorador quiere saber lo que hay realmente, con la mayor exactitud posible.

En un ejército real son esenciales tanto el soldado como el explorador. Pero también puedes ver estos papeles como mentalidades: una metáfora de cómo todos nosotros procesamos la información y las ideas en nuestra vida cotidiana. Lo que voy a argumentar hoy es que tener buen juicio, predecir con acierto y tomar buenas decisiones depende sobre todo de la mentalidad que adoptes.

Para poder ver a estas mentalidades en acción, voy a trasladarte a la Francia del siglo XIX, donde este papelito de aspecto insignificante provocó uno de los mayores escándalos políticos de la historia.

...

El papel fue descubierto en 1894 por unos oficiales del Estado Mayor francés. Lo habían roto y tirado a un cesto, pero al recuperarlo los oficiales descubrieron que alguien en sus filas había estado vendiendo secretos militares a Alemania. Así que iniciaron una intensa investigación y las sospechas cayeron rápidamente sobre un hombre: Alfred Dreyfus.

...

Su expediente era intachable. No tenía antecedentes penales ni motivo alguno para delinquir. Pero Dreyfus era el único oficial judío en el ejército. Y, por desgracia, en esa época el ejército francés era muy antisemita. Compararon su caligrafía con la del memorándum y decidieron que coincidía. Expertos grafólogos externos no estaban tan seguros del parecido, pero eso no importó. Registraron el apartamento de Dreyfus en busca de cualquier indicio de espionaje. Revisaron sus archivos y no encontraron nada. Eso los convenció más de que Dreyfus era no solamente culpable sino también astuto, pues obviamente había escondido toda la evidencia antes de que ellos pudieran encontrarla. A continuación, inspeccionaron sus antecedentes personales en busca de detalles que lo inculparan. Hablaron con sus profesores y supieron que había estudiado idiomas, lo que mostraba claramente el deseo de conspirar con gobiernos extranjeros en el futuro. Sus profesores también dijeron que destacaba por su buena memoria, lo cual era muy sospechoso, ¿no? Pues sabemos bien que un espía debe recordar muchas cosas.

Así pues, el caso se llevó a juicio y Dreyfus fue declarado culpable. Luego lo trasladaron a una plaza pública y ejecutaron el ritual de arrancarle la insignia del uniforme y quebrar su espada en dos. Esto se llamó la degradación de Dreyfus.

...

Y lo condenaron a cadena perpetua en la oportunamente denominada Isla del Diablo: una roca árida frente a la costa de Sudamérica. Así que allí fue y allí pasó sus días en soledad, escribiendo cartas y cartas al gobierno francés, rogando que reabrieran el caso para demostrar su inocencia. Pero en su mayor parte, Francia consideró que el asunto estaba cerrado.

Algo que me resulta muy interesante del caso Dreyfus es la pregunta de por qué los oficiales estaban tan convencidos de que Dreyfus era culpable. Podría asumirse que le tendieron una trampa y que querían incriminarlo a propósito. Pero los historiadores no creen que eso haya sido lo que ocurrió. Hasta donde sabemos, los oficiales creían de verdad que los argumentos contra Dreyfus eran convincentes. Lo cual nos lleva a preguntarnos: ¿Qué nos dice de la mente humana el hecho de que podamos juzgar que una evidencia tan pobre es lo suficientemente convincente como para condenar a un hombre? Este es un caso de lo que los científicos llaman “razonamiento motivado”: el fenómeno según el cual nuestras motivaciones inconscientes, nuestros deseos y miedos determinan el modo en que interpretamos la información. Vemos como aliadas a ciertas informaciones o ideas. Queremos que ganen. Queremos defenderlas. Y otras son el enemigo, y queremos derrotarlas. Por eso llamo al razonamiento motivado “mentalidad del soldado”.

Supongo que tú nunca has condenado a un oficial judeo-francés por alta traición, pero quizás te gusten los deportes o la política. Entonces habrás notado que cuando el árbitro cobra una falta a tu equipo, por ejemplo, te sientes muy motivado a razonar que se equivoca, pero si la cobra al equipo contrario… ¡fantástico! Lo ha hecho bien, no hace falta revisarlo. O quizás hayas leído un artículo o estudio que analiza alguna política controvertida, como la pena de muerte. Y, como han mostrado los investigadores, si apoyas la pena de muerte y el estudio demuestra que no es eficaz, estarás motivado a encontrar razones que prueben que el estudio era deficiente. Pero si demuestra que la pena de muerte funciona, es un buen estudio. Y lo mismo si no apoyas la pena de muerte. Inconscientemente, nuestro juicio se ve influido por el lado que queremos que gane. Y esto es algo general, algo que determina cómo pensamos sobre nuestra salud o nuestras relaciones, cómo decidimos nuestro voto y qué consideramos justo o ético. Lo que más me asusta del razonamiento motivado, o la mentalidad del soldado, es lo inconsciente que es. Podemos creer que somos objetivos e imparciales y acabar arruinando la vida de un hombre inocente.

...

Afortunadamente para Dreyfus, su historia no concluyó ahí. Como la mayoría de la gente, el Coronel Picquart, otro oficial de alto rango del ejército francés, dio por sentado que Dreyfus era culpable. Y como la mayoría del ejército, Picquart era antisemita, al menos superficialmente. Pero en algún momento comenzó a sospechar: “¿Y si nos equivocamos con Dreyfus?“. Lo que sucedió fue que encontró pruebas de que el espionaje para Alemania había continuado, incluso tras meter a Dreyfus en la cárcel. Y Picquart descubrió también que otro oficial del ejército tenía una caligrafía que coincidía perfectamente con la del memorándum, mucho más que la de Dreyfus. Picquart llevó estos descubrimientos a sus superiores, pero, para su desgracia, unos no mostraron interés y otros inventaron racionalizaciones rebuscadas para explicar sus hallazgos, como “Lo único que has demostrado realmente, Picquart, es que hay otro espía que aprendió a imitar la letra de Dreyfus y que lo reemplazó luego de que Dreyfus se marchara. Pero Dreyfus sigue siendo culpable”. Al final, Picquart consiguió que absolvieran a Dreyfus. Pero lograrlo le llevó diez años y durante parte de ese período él mismo estuvo en la cárcel por el delito de deslealtad al ejército.

Muchos piensan que Picquart no puede ser el héroe de la historia, porque era antisemita y estamos de acuerdo en que eso es malo. Pero, para mí, el hecho de que fuera antisemita hace que sus acciones sean más admirables, porque tenía los mismos prejuicios y las mismas razones que sus compañeros oficiales para ser parcial y, a pesar de ello, su motivación para encontrar la verdad y defenderla triunfó por encima de todo.

De modo que, en mi opinión, Picquart es un ejemplo de lo que llamo “mentalidad del explorador”. Es el deseo, no de que gane o pierda una idea, sino de averiguar lo que realmente está pasando del modo más honesto y exacto posible, aunque no sea bonito ni conveniente ni agradable. Esta mentalidad es la que personalmente me apasiona. Y he pasado los últimos años investigando e intentando averiguar qué provoca la mentalidad del explorador. ¿Por qué algunas personas, al menos en alguna ocasión, son capaces de dejar atrás sus prejuicios y motivaciones y simplemente ver los hechos y pruebas lo más objetivamente posible? La respuesta es emocional. La mentalidad del soldado está conectada con emociones, como la actitud defensiva o el tribalismo. Y la mentalidad del explorador también, aunque con emociones distintas. Por ejemplo, los exploradores son curiosos. Probablemente dirían que encuentran placer en aprender nueva información o resolver un acertijo. Suelen sentirse intrigados cuando se topan con algo que contradice sus expectativas. Los exploradores también tienen valores diferentes. Es más probable que digan que poner a prueba las propias creencias es una virtud y menos probable que digan que cambiar de opinión es una prueba de debilidad. Y sobre todo, los exploradores tienen los pies en la tierra, es decir, su autoestima no está ligada al hecho de tener o no tener razón en un tema determinado. Pueden creer que la pena de muerte funciona. Si sale un estudio que demuestra que no es así, pueden decir: “Parece que me he equivocado. Eso no significa que sea un estúpido o una mala persona”.

Estos son los rasgos que, como han descubierto los investigadores (y yo también en mi experiencia personal), predicen el buen juicio. Y la idea clave que quiero que se lleven sobre estos rasgos es que no están basados principalmente en cuán listo eres o en cuánto sabes. De hecho, no están muy correlacionados con el coeficiente intelectual. Tienen que ver con cómo te sientes.

...

Hay una cita que se suele atribuir a Saint-Exupéry, autor de El principito, que me viene siempre a la mente: “Si quieres construir un barco, no reúnas gente para buscar madera y comiences a dar órdenes y a distribuir el trabajo. En lugar de ello, enséñales a anhelar la inmensidad infinita del mar”. En otras palabras, lo que estoy diciendo es que si queremos mejorar nuestro juicio como individuos y como sociedad, lo que necesitamos no es aprender más lógica, retórica, probabilidad o economía, por muy valiosas que sean estas disciplinas. Lo que más necesitamos para usar bien esos principios es una mentalidad del explorador. Necesitamos cambiar nuestro modo de sentir. Tenemos que aprender a sentirnos orgullosos en lugar de avergonzados cuando nos damos cuenta de que podríamos habernos equivocado en algo. Tenemos que aprender a sentirnos intrigados en lugar de ponernos a la defensiva cuando encontramos información que contradice nuestras creencias.

Así que, la pregunta con la que quiero dejarlos es: ¿Qué es lo que más anhelan? ¿Anhelan defender sus propias creencias? ¿O anhelan ver el mundo lo más claramente posible?

Gracias.