Resumen de “Hambre, riqueza y moralidad”
El artículo de Peter Singer, Hambre, riqueza y moralidad, publicado en 1972, presenta un desafío radical a las concepciones morales tradicionales sobre la ayuda a los necesitados. A través de la lente de la crisis de refugiados en Bengala Oriental en 1971, Singer argumenta que las naciones afluentes, y los individuos que las conforman, responden a las hambrunas masivas de forma moralmente injustificable.
Singer comienza estableciendo los hechos básicos de la crisis en Bengala Oriental, donde millones de refugiados enfrentaban la muerte por inanición debido a la pobreza, un ciclón devastador y una guerra civil. Destaca la disparidad entre la magnitud del sufrimiento y la insuficiente respuesta global, comparando las cantidades donadas para la ayuda con el gasto en proyectos como el Concorde o la Ópera de Sídney.
A partir de este caso específico, Singer extrae un principio moral general: si tenemos el poder de prevenir algo muy malo sin sacrificar nada moralmente significativo, tenemos el deber moral de hacerlo. Como aplicación práctica, ofrece el famoso ejemplo del estanque poco profundo: si hay un niño que está ahogándose, debo meterme y sacarlo, incluso si con ello arruinaré mi ropa, lo cual es comparativamente insignificante. Singer argumenta que este principio se aplica independientemente de la proximidad geográfica o del número de personas que podrían ayudar. Rechaza la idea de que la distancia o la existencia de otros potenciales benefactores disminuyan nuestra obligación moral de ayudar.
Este principio, según Singer, tiene profundas implicaciones para nuestra comprensión de la moralidad. Socava la distinción tradicional entre deber y caridad, argumentando que donar para aliviar el sufrimiento, en situaciones como la de Bengala, no es un acto de generosidad loable, sino un deber moral. Critica la complacencia de quienes consideran la ayuda como un acto supererogatorio, señalando que gastar dinero en lujos en lugar de salvar vidas es moralmente indefendible.
Singer anticipa y aborda varias objeciones a su argumento. Reconoce que su postura exige una revisión drástica de los esquemas morales existentes, pero argumenta que la validez de su conclusión no depende de la opinión popular. Aborda la idea de que la moralidad está moldeada por las necesidades de la sociedad, señalando que la interconexión global actual nos obliga a mirar más allá de los intereses de nuestra propia comunidad.
También responde a la preocupación de que exigir demasiado a las personas, en términos de sacrificio personal, podría conducir a un colapso moral generalizado. Sugiere que nuestras capacidades morales son maleables y que elevar las expectativas puede conducir a un cambio positivo en el comportamiento. Sin embargo, subraya que la posibilidad de un colapso social no exime a los individuos de su obligación moral de actuar.
En cuanto a la objeción utilitarista de que su argumento podría llevar a la obligación de trabajar a tiempo completo para aliviar el sufrimiento, Singer argumenta que, si bien es necesario considerar las limitaciones prácticas, no debemos utilizar estas limitaciones como excusa para ignorar nuestras obligaciones morales.
Para reforzar su punto de vista, Singer cita a Tomás de Aquino, quien argumentó que aquellos que poseen bienes superfluos tienen la obligación moral de compartirlos con los necesitados. Esta referencia histórica sirve para demostrar que la idea de una obligación moral de ayudar a los menos afortunados no es nueva ni radical, sino que tiene raíces en la tradición filosófica occidental.
En la parte final de su artículo, Singer aborda cuestiones prácticas relacionadas con la ayuda a los necesitados. Analiza la afirmación de que la ayuda exterior es responsabilidad del gobierno, argumentando que si bien es crucial abogar por una mayor acción gubernamental, esto no exime a los individuos de su responsabilidad personal de ayudar.
También considera la preocupación de que la ayuda a corto plazo no aborde la raíz del problema de la superpoblación. Aunque reconoce la importancia del control de la población, argumenta que esto no justifica la inacción ante el sufrimiento inmediato.
En cuanto a la pregunta práctica de cuánto debemos donar, Singer sugiere que deberíamos aspirar al punto de utilidad marginal, donde una mayor donación nos causaría a nosotros mismos o a nuestros dependientes un sufrimiento equivalente al que se pretende aliviar. Sin embargo, reconoce que incluso un compromiso moderado con este principio requeriría una transformación radical de las sociedades de consumo existentes.
Singer concluye enfatizando la responsabilidad de los filósofos, y de todos aquellos en posiciones privilegiadas, no solo de debatir sobre cuestiones morales apremiantes como la hambruna, sino también de actuar de acuerdo con sus conclusiones. Considera que alinear la teoría y la práctica es esencial para una vida moralmente coherente y desafía a sus lectores a considerar las implicaciones de su argumento para sus propias vidas.
En resumen, este artículo es un llamado a la acción moral, un argumento contundente a favor de una responsabilidad individual y colectiva para aliviar el sufrimiento humano. Singer argumenta que nuestras concepciones tradicionales de la caridad son inadecuadas frente a la magnitud del sufrimiento global y nos desafía a reconsiderar nuestras obligaciones morales en un mundo interconectado.