El yo que recuerda debería tomar en serio al yo que experimenta
El yo que recuerda debería tomar en serio al yo que experimenta. Los placeres momentáneos no son malos; lo malo es no obtener más de ellos. En mi opinión, la economía conductual confía en la palabra del yo que recuerda con demasiada frecuencia, especialmente si se trata del yo que recuerda cerca de la muerte. A menudo, esa visión de nuestro pasado y de nuestro futuro está sesgada por nuestras aspiraciones y es distorsionada. ¿Realmente desearías pasar menos tiempo en Facebook? ¿O en realidad lo que desearías es pensarte como el tipo de persona que pasa menos tiempo en Facebook? ¿O se trata de la conciencia de saber que hubieras sido más feliz pasando menos tiempo en Facebook a pesar de que no es eso lo que querías? Existen buenas razones para pasar menos tiempo en Facebook, pero el yo que recuerda no tiene buenas razones por el mero hecho de estar fuera del momento. El yo que recuerda existe en su propio momento, un yo que está experimentando recuerdos, con sus propios incentivos, buenos y malos. Es demasiado fácil para el yo que recuerda querer su propia comida chatarra —obtener los beneficios de sentirse virtuoso o realizado— cuando no tiene que hacer el trabajo.
Retrasar la gratificación no siempre es la elección correcta, considerando a todos los yoes. (Si bien es menos peligroso que nos equivoquemos en esa dirección, dado que tendemos a sentirnos atraídos por lo que es más llamativo o tentador en el presente.) Desde la seguridad del futuro relativo, el yo que recuerda puede juzgar las decisiones del yo que experimenta sin contraponer realmente la gratificación presente a la gratificación futura. ¿Es la política que defiende el yo que recuerda realmente la mejor desde la perspectiva de los momentos pasados? ¿Desde otros momentos futuros? En el caso de algunos logros, el esfuerzo o el sacrificio no valen la pena. (De nuevo, podemos esperar que las “excusas” tiendan a ser una justificación para abandonar los esfuerzos que valen la pena, pero eso no las convierte automáticamente en algo falso.)
Una persona en su lecho de muerte puede desear haber vivido una vida de la que enorgullecerse ahora, pero eso es tan solo un deseo de sentir placer ahora, a menudo a expensas de yoes anteriores. Cuando las personas expresan arrepentimiento, solo se trata de otro yo que experimenta: uno que quiere satisfacción en el momento, pero que culpa de su insatisfacción a yoes pasados. Si es lícito que el yo que recuerda quiera placer o satisfacción a costa de los yoes que experimentan que han hecho elecciones diferentes en el pasado, entonces es lícito que el yo que experimenta haya querido un placer igualmente superficial en algún momento del pasado.
La única manera en la que puedes arbitrar entre los deseos del yo que experimenta y los del yo que recuerda es considerar qué acciones son las que traen la mayor felicidad en todos los momentos (tanto las percepciones como las reflexiones sobre las percepciones y los pensamientos pasados).
Me he inclinado hacia este enfoque entendiendo, a la vez, la felicidad y el sufrimiento de los demás, no como si fueran míos, sino como si importaran tanto como mi propia felicidad y mi propio sufrimiento. Mi futuro yo no soy yo. Tampoco lo es el yo que escribió esa oración hace unos segundos. Ese yo queda relegado a la memoria. Lo que importa no es que experimentes lo mismo que otro yo, o que desde este momento anticipes experimentar lo mismo en el futuro, o que saber sobre el sufrimiento de otros yoes te genere incomodidad, si bien todos estos son aspectos importantes que nos motivan a la acción. Lo que importa es que esa felicidad o ese sufrimiento serán experimentados. Tu yo es privilegiado, al igual que el presente, porque ahí es, justamente, donde te encuentras ahora. Ni tu yo que experimenta ni tu yo que recuerda es tu yo pasado. Tu yo pasado está cerrado para ti de la misma manera en que lo están otras personas. Podrías interpretar esto como un motivo para sentirte alejado de tu pasado y de tu futuro, pero creo que es más preciso interpretarlo como un motivo para sentirte más cerca de los demás, dándote cuenta de lo circunscritas que están las experiencias de las personas. Del mismo modo en que no siempre es correcto sacrificar tu felicidad por los demás, y esta política sería desastrosa si nadie terminara beneficiándose del sacrificio, no siempre es correcto retrasar la gratificación por el placer de un yo futuro.