Compensaciones éticas
Algunas personas compran, voluntariamente, compensaciones de emisiones de carbono. Supongamos que estas personas se preocupan por el calentamiento global y se sentirían mal si hicieran un largo viaje innecesario en avión porque eso contamina la atmósfera. Entonces, en lugar de suspender el viaje, lo hacen, y luego pagan para que alguna organización ambiental limpie una cantidad de carbono igual o mayor a la que ellos emitieron. Están felices porque hicieron su viaje, y las generaciones futuras están felices porque el ambiente es más limpio. Todos ganan.
Podemos aplicar la misma idea a las compensaciones éticas. Supongamos que tienes muchas ganas de visitar un país regido por una dictadura opresiva porque quieres ver las bellas zonas turísticas del lugar. Sin embargo, te preocupa pensar que al ir a ese país y gastar tu dinero allí, estarías apoyando a esa dictadura. Así que decides hacer el viaje, pero también donas dinero a grupos activistas y humanitarios que se oponen a esa dictadura y ayudan a las víctimas. Estás seguro de que la cantidad que donas es tal que el pueblo oprimido del país en cuestión preferiría que hicieras ambas cosas (visita + donación) a que no hicieras ninguna.
Esta idea no es mía y no he logrado averiguar a quién se le ocurrió. Por ese motivo, no puedo brindar la referencia por el momento.
Un artículo reciente, Nobody is perfect, everything is commensurable (Nadie es perfecto, todo es conmensurable), sugiere que si eres reacio al activismo, pero sientes que tienes la obligación de mejorar el mundo, puedes cumplir con esa obligación donando a entidades de beneficencia. No se trata de una compensación ética, pero es algo bastante similar. (No estamos cambiando una transgresión por una donación, sino más bien afirmando que una donación es una manera de ayudar mejor que hacer aquello que, de todos modos, te preocupaba transgredir.)
Hasta donde yo sé, los casos más simples aquí mencionados son 100 % legítimos. Me cuesta pensar que alguien diga: “No puedes hacer ese vuelo que deseas, ni siquiera donando una cantidad de dinero tan grande que terminara limpiando el doble de la cantidad de dióxido de carbono producido por tu vuelo. Debes quedarte en tu casa, sentado de brazos cruzados, aburrido y solo, permitiendo que la atmósfera esté más contaminada que si hubieras hecho tu donación.”
Pero he aquí dos casos de los que estoy menos seguro.
Supongamos que sientes la obligación de ser vegetariano, ya sea porque crees que el sufrimiento animal es algo malo o porque tienes la suficiente incertidumbre moral sobre el tema como para que el cálculo ético resulte en contra. ¿Es aceptable continuar comiendo animales y, a la vez, donar dinero a organizaciones benéficas que defienden los derechos de los animales?
Un ejemplo simple: comes carne, pero también donas dinero a un grupo que hace lobby a favor de los huevos de gallinas camperas. Estás seguro de que si los pollos pudieran pensar y votar, el pollo promedio preferiría un mundo en el que hicieras ambas cosas antes que un mundo en el que no hicieras ninguna de las dos. Esto me parece muy similar a los casos anteriores.
Un ejemplo más complejo. Comes carne, pero también donas dinero a un grupo que convence a las personas para que se hagan vegetarianas. Jeff Kaufman y Brian Tomasik sugieren que entre $10 y $50 donados a lo que parecen ser anuncios publicitarios muy persuasivos son suficientes para lograr que una persona se vuelva vegetariana durante un año.
En mi opinión, comer carne definitivamente vale $1 000 por año. Es decir que si dono $1 000 para publicidad vegetariana y luego como carne, estoy ayudando a convertir a entre veinte y cien personas al vegetarianismo durante un año, y estoy ayudando a una cantidad de animales entre veinte y cien veces superior a la que ayudaría si yo mismo me hiciera vegetariano. Queda claro que esta es una situación excelente para mí y para los animales.
Sin embargo, inevitablemente siento que hay algo incorrecto en este esquema. No es solo el bajo precio de convencer a la gente: incluso si tuviera una garantía del 100 % de que los cálculos son correctos, continuaría sintiéndome raro. En parte se debe a la sensación de estar engañando a otras personas. ¿Estarían tan ansiosos por hacerse vegetarianos si supieran que la publicidad que los convenció fue patrocinada por carnívoros?
Quizás. Supongamos que decimos a todas las personas convencidas por esa publicidad: “Yo pagué ese anuncio que te convenció, pero continúo comiendo carne. ¿Qué te parece?” Ellos responden: “Bueno, verifiqué dos veces la información del anuncio y todo es cierto. Que tú comas carne no hace que nada de lo que dice el anuncio sea menos convincente. Así que voy a seguir siendo vegetariano.” ¿Entonces? ¿Estoy libre de culpa?
Una segunda objeción: la posibilidad de universalizar. Si todos deciden resolver el sufrimiento animal dando dinero a los anunciantes, no queda nadie para quien hacer publicidad y nada se resuelve. Así, terminamos con un mundo donde el 100 % de los anuncios en línea, en la TV y en los periódicos abordan la temática de hacerse vegetarianos, y todos los ven y dicen: “¡Bueno, yo estoy haciendo mi parte! ¡Yo pago esa publicidad!”
Contraobjeción: A esa altura, nadie podrá decir seriamente que $50 invertidos en publicidad convierten a una persona al vegetarianismo. Si sigo la máxima “Sé vegetariano o dona suficiente dinero para estar 90 % seguro de que estoy convirtiendo al menos a otras dos personas al vegetarianismo”, esta máxima realmente se universaliza, ya que después de que los anuncios de sufrimiento animal han saturado a un determinado porcentaje de la población, nadie puede estar 90 % seguro de convencer a nadie más.
A mi entender, esto es extraño, pero ético.
El segundo caso complejo es un poco más macabro.
Las estimaciones actuales sugieren que $3 340 en donaciones para causas relacionadas con la salud global salvan, en promedio, una vida humana.
Seamos extremadamente cautelosos e incluyamos un margen de error de dos órdenes de magnitud. Con $334 000, estamos segurísimos de que salvamos una vida, como mínimo.
Bien. Digamos que soy un millonario, que puedo gastar $334 000 y que hay un tipo que realmente no me gusta…
Bueno. Eliminemos primero las objeciones irrelevantes y creemos el mundo menos “conveniente” posible. Soy el asesino perfecto que hará un crimen perfecto y no hay ninguna posibilidad de que yo vaya a la cárcel. Puedo hacer que la muerte parezca completamente natural, como un ataque al corazón o algo similar, es decir que no voy a aterrorizar a la ciudad ni voy a hacer perder tiempo ni recursos a la policía. El tipo no es el sostén de una familia ni tiene amigos que estarán desolados por su muerte. Los motivos de mi rencor no tienen arista política alguna, así que esto no va a silenciar a los enemigos de los ricos ni nada por el estilo. Tengo una enfermedad terminal, por lo que el daño que inflija en mi propia alma con el acto —o como sea que Leah siempre lo expresa—, perecerá conmigo inmediatamente después. Dios no existe. Y si existe, Él respeta las compensaciones éticas cuando llegamos a las puertas del Cielo.
¿O sabes qué? No elimines las objeciones irrelevantes. También podemos compensarlas. ¿La policía perderá mucho tiempo investigando el asesinato? Quizás soy muy rico y puedo hacer una gran donación anónima a la policía local que la compensará con creces por las molestias causadas y les permitirá contratar oficiales adicionales. ¿Los ciudadanos locales quedarán aterrorizados de que haya un asesino suelto? Se olvidarán de inmediato apenas se enteren de que los impuestos se han reducido al cero por ciento gracias a la donación anónima al gobierno de la ciudad por parte de un magnate local.
Incluso se puede solucionar la que me parece la objeción más dramática y problemática: que quizás los africanos que padecen malaria y son salvados por organizaciones benéficas dedicadas a la salud global tienen vidas que de alguna manera cualitativa no son tan valiosas como las de los felices ciudadanos del Primer Mundo que contribuyen a la economía global. Si tengo suficiente dinero, unos cientos de miles a un millón deberían poder salvar la vida de una persona local similar a mi víctima. ¡Qué diablos! Ya que este es un problema hipotético y cuento con una cantidad infinita de dinero, ¿por qué no salvar a diez personas locales?
Lo mejor que puedo hacer en este caso es decir que estoy cruzando una valla de Schelling que también podría ser cruzada por personas menos escrupulosas en asegurar que sus compensaciones estén justificadas. Pero yo quizás también podría compensar eso. Además, podríamos asumir que jamás se lo diré a nadie. Y, además, cualquiera puede simplemente asesinar a alguien en este preciso momento sin hacer ningún tipo de compensación. Es decir que no estamos hablando exactamente de una gran tentación para los inescrupulosos.