Salud global
La buena salud es fundamental para gozar de una buena calidad de vida, ya que influye en nuestra capacidad para disfrutar de la vida y participar en las actividades cotidianas.
En esta página, ofrecemos un panorama general de la salud global, haciendo hincapié en los datos sobre los resultados de salud —como la enfermedad y la muerte— y los efectos de las inversiones sanitarias.
Comenzamos examinando la esperanza de vida, un indicador primordial de la salud de la población. Las tendencias históricas nos muestran que se han producido aumentos significativos en la esperanza de vida global durante los dos últimos siglos, lo que refleja mejoras en todo el mundo.
En particular, los países más pobres han progresado considerablemente, lo que ha contribuido a reducir la disparidad global en la esperanza de vida. Pero sigue habiendo diferencias sustanciales, con esperanzas de vida en algunos países del África subsahariana por debajo de los 60 años, que contrastan con los más de 80 años de varios países europeos y Japón.
Las grandes reducciones de la mortalidad infantil y materna han sido fundamentales para mejorar la esperanza de vida en todo el mundo. Pero la esperanza de vida ha aumentado en todos los grupos de edad.
A pesar de estos avances, persisten las disparidades: las tasas de mortalidad infantil en los países de renta baja son sustancialmente superiores a las de los países de renta alta. Este patrón se extiende a otras medidas sanitarias, incluidas las estimaciones de la carga de la enfermedad, lo que indica la persistencia de los desafíos de la salud global.
Cada vez son más las investigaciones que ponen de relieve la eficacia de las inversiones sanitarias para mejorar los resultados de salud. La evidencia demuestra que los resultados de salud responden positivamente al aumento del gasto sanitario, especialmente en los niveles de gasto más bajos.
Esto sugiere que una ayuda sanitaria internacional adecuadamente dirigida y gestionada puede reducir significativamente las desigualdades sanitarias globales y mejorar los niveles de vida en todo el mundo.
Véanse todos los gráficos interactivos sobre salud global.
Para conocer la salud de una población, un enfoque útil es observar la esperanza de vida. Se denomina formalmente “esperanza de vida al nacer” y es un indicador que resume las tasas de mortalidad de todos los grupos de edad en un año concreto.
La esperanza de vida representa la duración media de la vida de un grupo hipotético de personas en un año determinado, suponiendo que por el resto de su vida experimentaran, para cada edad, las mismas tasas de mortalidad de esa edad que las observadas en el año en cuestión.
Véase más información sobre el tema de la esperanza de vida en nuestra página especializada:
El siguiente gráfico resume los datos disponibles sobre la esperanza de vida en los últimos siglos.
En el Reino Unido, país del que disponemos de la serie cronológica de datos más larga, el gráfico muestra que la esperanza de vida antes de 1800 era muy baja, pero desde entonces ha aumentado de forma espectacular.
En menos de dos siglos, la esperanza de vida en el Reino Unido se ha duplicado. Los datos muestran que también se produjeron mejoras igualmente notables en otros países europeos durante este periodo.
El gráfico también muestra grandes cambios históricos en las estimaciones de la esperanza de vida en otras regiones. A principios del siglo XX, la esperanza de vida tanto en la India como en Corea del Sur era inferior a 25 años. Un siglo más tarde, la esperanza de vida en la India aumentó más del doble y en Corea del Sur, más del triple.
La visualización del mapa muestra una comparación de la esperanza de vida entre los países. Como podemos ver, aunque la disparidad global en la esperanza de vida se ha reducido sustancialmente, sigue habiendo enormes diferencias entre los países.
En 2021, la esperanza de vida en varios países del África subsahariana era inferior a 60 años, mientras que en países como Japón superaba los 80 años.
Históricamente, la mortalidad infantil ha desempeñado un papel importante en el aumento de la esperanza de vida general. Pero en las últimas décadas, como las tasas de mortalidad infantil se han mantenido en niveles mucho más bajos, los nuevos descensos han contribuido mucho menos al aumento de la esperanza de vida.
A pesar de ello, la esperanza de vida sigue aumentando en muchos países, porque las tasas de mortalidad han seguido descendiendo en todos los grupos de edad.
Más información en nuestro artículo:
Este gráfico muestra la esperanza de vida media de los distintos países a lo largo del tiempo. El eje horizontal corresponde a la población mundial y el eje vertical, a la esperanza de vida. Los países están ordenados de menor a mayor esperanza de vida, y la distancia del eje vertical representa el tamaño de la población de cada país.
Si se observa el año 1800, indicado por la línea roja, podemos ver a la izquierda países como India y Corea del Sur, con una esperanza de vida en torno a los 25 años. A la derecha, ningún país tenía en 1800 una esperanza de vida superior a los 40 años; Bélgica tenía la esperanza de vida más alta, con 40 años.
En 1950, la esperanza de vida de todos los países había aumentado en comparación con la correspondiente al año 1800. Sin embargo, la diferencia entre países se amplió considerablemente. Esto se debe principalmente a que las mejoras sanitarias fueron más sustanciales en los países más ricos, sobre todo en Europa y Norteamérica, mientras que países como India y China experimentaron un progreso limitado.
Los datos de 2012, mostrados con una línea verde, muestran una nueva mejora: la esperanza de vida aumentó en todos los países y la diferencia entre ellos comenzó a reducirse. Este cambio se vio impulsado por importantes avances sanitarios en los países más pobres, que experimentaron aumentos muy pronunciados en la esperanza de vida.
Desde 1800 hasta hoy, el mundo pasó de una salud igual de precaria para todos en 1800, a una gran desigualdad en 1950 y de nuevo a una mayor igualdad en la actualidad, al conseguir una mayor esperanza de vida para todos.
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Así como los investigadores pueden medir la desigualdad económica con el coeficiente de Gini,b este método también puede aplicarse para evaluar la desigualdad en la esperanza de vida dentro de un país.
El gráfico a continuación utiliza el coeficiente de Gini para ilustrar la desigualdad en la esperanza de vida. Un coeficiente de Gini más alto indica una mayor desigualdad en la esperanza de vida de la población, es decir, que algunos viven mucho más o mucho menos que la persona media.
El proceso para calcular el coeficiente de Gini para la desigualdad en la esperanza de vida consiste en comparar la edad prevista de fallecimiento de dos individuos de la población elegidos al azar y, a continuación, repetir esta comparación con todas las parejas posibles. El total se normaliza luego a una escala entre 0 y 1.
Como muestra el gráfico, la desigualdad en la esperanza de vida ha disminuido con el tiempo en muchos países. También muestra que las naciones más ricas suelen presentar niveles más bajos de desigualdad.
En la sección anterior, exploramos la esperanza de vida al nacer como un indicador crucial de la salud general de una población. Ahora, dirigimos nuestra atención a los resultados de salud infantil.
Estudiar las tasas de mortalidad infantil es vital para comprender la salud general de un país, ya que los primeros años de vida implican numerosos desafíos para la salud. Los niños que sobreviven a estos primeros años tienen una esperanza de vida mucho mayor después. Esta es la razón por la que una gran parte de los incrementos de la esperanza de vida al nacer se debieron históricamente a las marcadas reducciones de la mortalidad infantil.
La mortalidad infantil mide la proporción de recién nacidos que no sobrevivirían hasta su quinto año de vida, dadas las tasas de mortalidad de una población en edades tempranas.
Más información sobre el tema de la mortalidad infantil en nuestra página especializada:
El gráfico interactivo muestra cómo ha cambiado la mortalidad infantil a largo plazo.
Podemos observar mejoras significativas, especialmente en los países más ricos en la actualidad, donde las tasas de mortalidad infantil han descendido hasta situarse en torno al 0,5 % en 2021.
Sin embargo, este fuerte descenso es un fenómeno relativamente reciente. Históricamente, en las sociedades premodernas, las tasas de mortalidad infantil oscilaban entre el 30 % y el 50 %. Aunque las condiciones sanitarias de los niños en los países más pobres están mejorando rápidamente, sus tasas de mortalidad siguen siendo sustancialmente superiores a las de los países más ricos.
Otro aspecto notable de los datos que se muestran en el gráfico es que hay muchos “picos” bruscos en el siglo XIX. Esto se debe en parte a que la calidad de los datos mejora con el tiempo, pero también a que las crisis sanitarias eran más frecuentes en la época premoderna, incluidas las epidemias, la escasez de alimentos y las guerras.
Estas crisis tuvieron un impacto significativo en el nivel de vida, lo que puede explorarse más a fondo en nuestra página sobre los precios de los alimentos, que ofrece datos e investigaciones sobre la frecuencia de las crisis alimentarias.
Este gráfico también permite acceder a la visualización del mapa, donde se pueden comparar las tasas de mortalidad infantil de distintos países y periodos.
Esta comparación corrobora el hecho de que todos los países han experimentado una reducción de las tasas de mortalidad infantil a lo largo del tiempo. Sin embargo, siguen existiendo grandes diferencias entre los países más ricos y los más pobres, lo que pone de relieve el desafío constante de cerrar la brecha sanitaria.
En los últimos cincuenta años, los países más pobres han realizado importantes avances en la reducción de la mortalidad infantil, lo que ha contribuido a reducir la brecha entre las naciones.
El gráfico siguiente muestra las tasas de mortalidad infantil en países que tienen distintos niveles de renta. Podemos observar un descenso constante en todos los niveles de renta.
Se han producido rápidos avances en los países de renta baja y media-alta, y la brecha entre estos países y el resto del mundo se ha ido reduciendo. Los países de renta media-alta están próximos a alcanzar a los de renta alta.
A pesar de estos avances, siguen existiendo importantes desafíos. De media, en 2021, los países de renta baja se enfrentan a tasas de mortalidad infantil más de diez veces superiores a las de los países de renta alta. La brecha existente sigue siendo grande.
El gráfico muestra el número anual de muertes provocadas por algunas de las enfermedades infecciosas más letales entre los niños.
Como podemos ver, las muertes causadas por la malaria y el VIH/sida aumentaron durante la década de 1990. A partir de 2005, el número de muertes por estas enfermedades ha ido disminuyendo.
La mortalidad materna, al igual que la mortalidad infantil, es un indicador crítico del estado de salud de un país.
Se refiere a las muertes de mujeres durante el embarazo, o en los 42 días posteriores al parto, y la tasa suele presentarse por cada 100 000 nacidos vivos.
Más información sobre el tema de la mortalidad materna en nuestra página especializada:
Los datos históricos sobre mortalidad materna, en particular los de los países de renta alta, muestran reducciones significativas a lo largo del tiempo.
Hace un siglo, las tasas de mortalidad materna oscilaban entre 500 y 1 000 muertes por cada 100 000 nacidos vivos. Esto significa que, de media, por cada 100 a 200 nacimientos, uno provocaba la muerte de la madre. Dado que las mujeres del pasado daban a luz a más niños que las mujeres de hoy en día, la muerte de las madres era una tragedia común.
Hoy, sin embargo, estas tasas han disminuido hasta situarse en torno a 10 muertes por cada 100 000 nacidos vivos en esos mismos países.
Este notable descenso se debe en gran medida a los avances de la ciencia médica, en particular a nuestra comprensión del papel de la higiene en la prevención de la fiebre puerperal, o fiebre del parto, una de las principales causas de mortalidad materna.
El descubrimiento de Ignaz Semmelweis en el siglo XIX de que la higiene podía mejorar considerablemente la supervivencia materna fue un punto de inflexión, pero hasta que no se estableció la teoría microbiana de la enfermedad no se adoptaron de forma generalizada las prácticas higiénicas.
El ritmo de mejora de la mortalidad materna ha variado según los países.
Por ejemplo, Finlandia empezó a reducir sus tasas de mortalidad materna a mediados del siglo XIX, pero tardó más de un siglo en alcanzar los bajos niveles actuales. Malasia, en cambio, experimentó mejoras similares en tan solo unas décadas, lo cual ocurrió mucho más tarde.
Los datos recientes sobre mortalidad materna muestran mejoras continuas en todo el mundo, como puede verse en el siguiente gráfico interactivo.
Sin embargo, los desafíos siguen siendo considerables, sobre todo en el África subsahariana, donde la tasa en 2017 superó las 500 muertes maternas por cada 100 000 nacidos vivos, más de 60 veces la tasa de la Unión Europea.
En las secciones anteriores, hemos examinado los resultados de salud medidos únicamente a partir de los datos de mortalidad. Pero esto no tiene en cuenta la morbilidad: el impacto de la enfermedad en las personas vivas.
Otra forma relacionada de medir los resultados de salud es mediante la carga de la enfermedad, que tiene en cuenta tanto la mortalidad como la morbilidad de la enfermedad.
La forma más común de medir la carga de la enfermedad es estimar el número de años de vida “perdidos” debido a la mala salud, que es la llamada pérdida de “años de vida ajustados por discapacidad” (AVAD).
Los AVAD son unidades estandarizadas para medir la pérdida de salud. Ayudan a comparar la carga de diferentes enfermedades en distintos países, poblaciones y épocas.
Conceptualmente, un AVAD representa un año perdido de vida sana: equivale a perder un año de buena salud ya sea por muerte prematura o por enfermedad o discapacidad.
Más información sobre la carga de la enfermedad en nuestra página especializada:
Este mapa muestra el número de AVAD por cada 100 000 personas en la población. Mide así la distribución de la carga tanto de mortalidad como de morbilidad en todo el mundo.
En algunas de las regiones con mejor salud, la tasa de AVAD en 2019 fue inferior a 20 000 por cada 100 000 personas. En cambio, en las regiones con peor salud, la tasa fue varias veces superior a esa cifra: más de 60 000 en varios países de África.
Los datos muestran que sigue habiendo grandes desafíos en lo que respecta a varias enfermedades, como la malaria, la tuberculosis, el VIH/sida y las enfermedades diarreicas, entre otras.
Más información sobre estos temas en nuestras páginas especializadas:
La asistencia sanitaria es un factor crucial que incide en los resultados de salud en general. ¿Qué impacto tiene? En esta sección veremos cómo se relaciona la asistencia sanitaria con los resultados de salud, como la esperanza de vida.
Más información sobre el gasto sanitario en nuestra página especializada:
En el siguiente gráfico podemos ver una comparación entre la esperanza de vida y el gasto sanitario per cápita de los distintos países. El gráfico muestra la evolución entre 1995 y el último año.
Los datos revelan una tendencia clara: los países con un mayor gasto sanitario per cápita suelen presentar una mayor esperanza de vida. Al observar el cambio a lo largo del tiempo, también podemos ver que, a medida que los países gastan más en sanidad, aumenta la esperanza de vida de la población.
Pero los beneficios de un mayor gasto sanitario se ven afectados por los “rendimientos decrecientes”. Esto significa que, a medida que los niveles de gasto siguen aumentando, los países reciben menos beneficios por su inversión: las ganancias sanitarias por dólar invertido disminuyen.
Este efecto es mayor en los países más ricos, lo que sugiere que los países de renta más baja, que tienen un gasto inicial bajo, pueden mejorar sustancialmente la esperanza de vida realizando aumentos relativamente modestos del gasto sanitario.
El vínculo entre el gasto sanitario y el aumento de la esperanza de vida también es visible en los países ricos de Europa, Asia y Norteamérica, en la esquina superior derecha del gráfico.
Pero el gráfico también muestra diferencias regionales significativas: por ejemplo, los países del África subsahariana han progresado notablemente en la esperanza de vida tras el aumento de las inversiones sanitarias.
El gráfico siguiente muestra la relación entre el gasto sanitario y la mortalidad infantil, en el mismo formato.
Al conectar los datos entre 1995 y 2014 con flechas para cada país, el gráfico muestra una tendencia global: a medida que aumenta el gasto sanitario, disminuyen las tasas de mortalidad infantil.
Esta tendencia muestra el impacto positivo de las inversiones sanitarias en la reducción de la mortalidad infantil en todo el mundo, destacando el papel crucial del gasto sanitario en la mejora de los resultados de salud infantil.
También se puede ver que existe una gran disparidad en el gasto sanitario a nivel global, como la extrema diferencia entre países como la República Centroafricana, donde el gasto sanitario per cápita fue inferior a 100 dólares internacionales en 2019, y Estados Unidos, donde fue superior a 10 000 dólares internacionales. Se trata de una brecha muy grande, agravada por el hecho de que estas cifras están ajustadas a las diferencias de precios entre países.
Pero a pesar de ello, el descenso de la mortalidad infantil en relación con el gasto sanitario es sorprendentemente uniforme en todos los países.
Esta uniformidad en las tendencias, independientemente de la riqueza de un país, sugiere un beneficio sistemático del aumento del gasto sanitario para la reducción de la mortalidad infantil.
Sin embargo, la enorme brecha en el gasto sanitario, según la cual los estadounidenses gastan más en salud en tres días que una persona de la República Centroafricana en un año, también pone de manifiesto los desafíos pendientes de la desigualdad sanitaria global.
El factor que mejor predice el gasto sanitario de un país es su renta nacional.
Los países con una renta per cápita más elevada tienden a gastar más en sanidad, como puede verse en el siguiente gráfico.1
La investigación económica avanzada demuestra que esta relación no es solo una correlación: existe un efecto positivo claro y significativo del PIB per cápita sobre el gasto sanitario.c
En la sección anterior, hemos examinado datos que corroboran que los rendimientos de la inversión en sanidad son potencialmente elevados.
Aquí examinaremos cómo se financian las inversiones sanitarias en todo el mundo.
Los primeros datos sobre la financiación de la sanidad se remontan a finales del siglo XIX. Fue entonces cuando muchos países europeos empezaron a establecer oficialmente sistemas sanitarios mediante legislación parlamentaria.
El gráfico que aparece aquí muestra las estimaciones del gasto público en sanidad como porcentaje del PIB, para una selección de países de renta alta, utilizando datos de múltiples fuentes.
Como podemos ver, el gasto sanitario ha aumentado sustancialmente con el paso del tiempo.
Los países europeos lideraron la expansión de los sistemas sanitarios a principios del siglo XX —países como Francia, Austria y Alemania ampliaron la cobertura sanitaria entre 1920 y 1960— seguidos de España, Portugal y Grecia entre 1960 y 1980.
En cambio, China, Ruanda y Vietnam desarrollaron rápidamente sus sistemas sanitarios en el siglo XXI, casi desde cero, logrando una cobertura casi universal en tan solo una década. Esto demuestra que se pueden conseguir rápidamente mejoras significativas en la protección sanitaria, incluso desde puntos de partida bajos.
En las últimas décadas, el gasto sanitario se ha mantenido relativamente estable en los distintos países. Pero existen diferencias muy grandes en el nivel de gasto entre países.
Esto se muestra en el siguiente gráfico.
El gasto privado, es decir, los pagos directos de los hogares a los proveedores de atención sanitaria, varía considerablemente en todo el mundo.
En los países más ricos, como Francia, representa una pequeña fracción del gasto sanitario total. Pero en los países más pobres, como Afganistán y Nigeria, puede suponer la mayor parte del gasto sanitario.
Aunque muchos países, sobre todo en vías de desarrollo, han hecho avances en la reducción del gasto privado, otros, como Rusia, han visto un aumento de este gasto.
Los servicios sanitarios esenciales son una serie de prestaciones sanitarias básicas, como la vacunación, la detección y el tratamiento de la tuberculosis, el tratamiento del VIH, la asistencia durante el embarazo, el saneamiento y el acceso a los medicamentos.
En los siguientes gráficos, examinaremos las tendencias globales de estas diferentes áreas.
En general, se ha producido un aumento de la cobertura global de los servicios sanitarios esenciales desde el año 2000. Pero algunos servicios sanitarios registran un aumento mucho más pronunciado, debido a los esfuerzos específicos contra las enfermedades.
Por ejemplo, los esfuerzos contra el VIH, la tuberculosis y la malaria han aumentado sustancialmente, a través de programas como el Fondo Mundial y el Plan de Emergencia del Presidente para el Alivio del Sida (PEPFAR, por sus siglas en inglés).
La cobertura de vacunación también ha experimentado un aumento considerable desde el año 2000. Este aumento ha sido aún más significativo en determinadas regiones.
En muchos países africanos, por ejemplo, la cobertura de vacunación ha aumentado rápidamente desde el año 2000, lo que es un claro reflejo del aumento del financiamiento por parte de Gavi: La Alianza para las Vacunas, las Naciones Unidas y otros fondos adicionales de donantes.
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En el gráfico siguiente, se puede observar el aumento de las tasas de detección de la tuberculosis en diferentes países. Nuevamente, a ello contribuyen iniciativas como el Fondo Mundial y el PEPFAR.
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El siguiente gráfico muestra el aumento del porcentaje de personas seropositivas que reciben terapia antirretroviral, una intervención contra el VIH/sida que salva vidas.
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El mapa muestra la cobertura de la atención prenatal, que ha sido más lenta y se mantiene en niveles bajos en muchos países.
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El siguiente gráfico muestra la proporción de personas que utilizan servicios de saneamiento gestionados de forma segura, que ha aumentado gradualmente con el tiempo.
Aun así, siguen existiendo grandes disparidades. Una gran parte de la población de muchos países sigue sin tener acceso a un saneamiento gestionado de forma segura o no lo utiliza.
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Para garantizar el acceso de la población a los medicamentos esenciales, estos deben estar disponibles y ser asequibles.
Pero la disponibilidad de medicamentos es mucho menor en el sector público de los países más pobres. Incluso en el sector privado, donde la disponibilidad es mayor, el acceso sigue siendo deficiente.3
Esto tiene importantes implicaciones para el acceso a los medicamentos esenciales, especialmente en el caso de los más pobres. La mayoría de los centros sanitarios del sector público ofrecen medicamentos a bajo costo o gratuitos, por lo que son esenciales en la prestación de asistencia sanitaria a los pobres. Cuando los medicamentos no están disponibles en el sector público, la gente intenta acceder a ellos de forma privada, lo que suele ser más caro e inasequible para muchos.
Esto es importante porque la población de los países más pobres es más sensible a los precios de los medicamentos, e incluso unos costos mínimos pueden reducir significativamente el uso que la gente hace de los productos sanitarios esenciales.
Esta es una traducción directa del artículo original, publicado bajo licencia CC BY 4.0.