Para muchos de nosotros, mejorar la vida de una persona no es tan costoso, y podemos hacer aún más
A principios de la década de 1980, casi medio millón de personas al año sufrían de parálisis a causa de la poliomielitis. La mayoría eran niños. La poliomielitis es una enfermedad terrible que puede causar parálisis en cuestión de horas e incluso provocar asfixia y la muerte.
Pero el siguiente gráfico muestra los avances que se han logrado a nivel global. El número de casos ha disminuido en más de un 99 % desde su punto máximo.a
En todo 2023 hubo el mismo número de casos que en solo dos días en 1981. La poliomielitis salvaje, que en su momento fue endémica en casi todos los países del mundo, ahora solo lo es en dos: Afganistán y Pakistán.
Esto ha cambiado el curso de la vida de millones de niños.
Los programas de ayuda exterior han desempeñado un papel crucial en la lucha contra la polio. En 1998, se puso en marcha la Iniciativa de Erradicación Mundial de la Poliomielitis con el fin de garantizar que todos los niños tuvieran acceso a la vacuna contra esta enfermedad.
Ya en la década de 1950, parte del financiamiento para la investigación de una vacuna contra la polio procedía de campañas populares y de donaciones de ciudadanos estadounidenses para encontrar una cura (junto con organizaciones más grandes como March of Dimes).1 Para finales de la década de 1980, varios gobiernos del G7 e importantes donantes filantrópicos habían intervenido para ampliar la escala de estos esfuerzos. El siguiente gráfico muestra las fuentes de financiamiento para la erradicación de la polio a lo largo del tiempo; las contribuciones de gobiernos extranjeros se muestran en rojo. Nótese que parte del financiamiento proveniente del “sector multilateral” también proviene de países donantes.
Si bien los donantes privados han realizado las mayores contribuciones en los últimos años, los gobiernos han desempeñado un papel crucial en las últimas décadas.b A finales de la década de 1990 y principios de la de 2000, en particular, los países donantes financiaban más del 80 % de estos esfuerzos.
Esto significa que si vives y pagas impuestos en cualquiera de estos países, has contribuido al asombroso progreso que se muestra en el gráfico anterior.
Lo que es cierto para la polio también lo es para otras enfermedades y recursos esenciales, como los alimentos. Se estima que el programa PEPFAR —puesto en marcha por EE. UU. en 2003 bajo la administración de George Bush— ha salvado más de 25 millones de vidas del VIH. Las donaciones para mosquiteras y los tratamientos contra la malaria han ayudado a reducir el número de personas que contraen y mueren de esta enfermedad. El Fondo Mundial y USAID han reducido las muertes por tuberculosis. La ayuda de emergencia ha mantenido con vida a muchas personas durante situaciones de hambruna y escasez aguda de alimentos. Y la lista continúa.
Estos éxitos se han logrado con una cantidad de dinero relativamente pequeña. En 2023, el mundo donó alrededor de 240 000 millones de dólares en ayuda exterior. Es un porcentaje muy pequeño de las economías de la mayoría de los países ricos. Si tomamos a los países de la OCDE en su conjunto, fue solo el 0.37 % de su renta nacional bruta (RNB). Como se puede observar en el gráfico siguiente, Noruega es el único país que gasta más del 1 % de su RNB en ayuda exterior.c
Como ciudadana del Reino Unido, me alegra muchísimo que mis impuestos se gasten de esta manera. No se me ocurre ninguna otra causa a la que preferiría contribuir.
Una razón por la que pequeñas cantidades de financiamiento pueden tener un gran impacto es que un dólar rinde mucho más en los países más pobres que en los más ricos. Los tratamientos que muchos de nosotros damos por sentados —como la vacuna contra la polio—, a menudo cuestan tan solo unos cuantos dólares. Por el costo de un café para llevar, podríamos vacunar a varios niños contra enfermedades potencialmente mortales.
¿Cómo puede el mundo obtener otros logros similares?
Siento que estoy en una buena posición —posiblemente una de las mejores de la historia— para ayudar con esto de alguna manera. El factor más importante en las oportunidades y resultados de una persona es dónde y cuándo nació. Eso es puro azar. Y yo tuve suerte por dos razones.
En primer lugar, nací en un país rico, el Reino Unido. En segundo lugar, nací en un momento y en unas circunstancias que me han dado algunos ingresos extra y la libertad de elegir cómo gastarlos.
Eso me permite contribuir de dos maneras. En primer lugar, puedo abogar por un incremento del gasto en ayuda exterior y presionar al gobierno para ese fin. En segundo lugar, puedo contribuir a título personal con algunas de las organizaciones benéficas más costo-eficaces que trabajan en países de bajos ingresos.
Si te encuentras en una situación similar a la mía, o al menos tienes una de esas opciones, entonces hay algo que podemos hacer para tener un impacto positivo.
Tal vez te preguntes si la mayor parte de la ayuda internacional proviene de los gobiernos o de donantes privados, entre los cuales predominan las organizaciones filantrópicas financiadas por multimillonarios. Si fuera lo primero, los ciudadanos podríamos tener cierta influencia en el presupuesto de ayuda exterior. Si fuera lo segundo, estaría completamente fuera de nuestro alcance.
Como muestra el gráfico siguiente, más del 95 % de la ayuda exterior provino de gobiernos nacionales en 2023. Poco menos de 11 000 millones de dólares —o 4.5 % del total— provinieron de fondos privados.e
Nótese que aquí bajo “donantes privados” se incluyen únicamente las contribuciones presentadas ante la OCDE que satisfacen sus criterios de evaluación de la ayuda al desarrollo. Estos fondos provienen principalmente de grandes fundaciones filantrópicas. La cifra no debe confundirse con el total de los flujos privados para el desarrollo, que pueden incluir inversiones extranjeras, remesas enviadas por los migrantes y otras formas de transferencias de dinero privado.
Esto significa dos cosas.
En primer lugar, una caída de la ayuda puede tener enormes consecuencias para el total mundial. Permítanme ilustrar este punto con algunos cálculos de servilleta.
Estados Unidos donó 62 000 millones de dólares en ayuda en 2023. Si hubiera recortado este presupuesto en tan solo un 20 %, sus aportaciones habrían disminuido en unos 13 000 millones de dólares. Eso equivaldría a eliminar todas las donaciones filantrópicas privadas a nivel global.g
Incluso las reducciones en el financiamiento de naciones mucho más pequeñas —como mi país de origen, el Reino Unido— podrían tener un gran impacto. Reform UK, uno de los partidos de derecha del Reino Unido, se comprometió a reducir a la mitad la ayuda exterior en su último manifiesto. Un recorte a la mitad de la ayuda exterior habría reducido las aportaciones del Reino Unido en 8700 millones de dólares.h Una vez más, eso no está muy lejos —en términos relativos— de los 10 800 millones de dólares aportados por todos los donantes privados en su conjunto.
Incluso más recientemente, el primer ministro británico anunció un recorte de 6 000 millones de dólares a la ayuda exterior para 2027. Eso equivale a más de la mitad de todas las donaciones filantrópicas privadas.
La segunda implicación es que, si queremos un aumento en la ayuda exterior a nivel global, es muy importante conseguir el apoyo público a presupuestos de ayuda más generosos por parte de nuestros gobiernos. En la siguiente sección, haré algunos cálculos para demostrarlo.
Podemos ilustrar este punto centrándonos en el objetivo de la ONU de que los países desarrollados destinen el 0.7 % de su RNB a la ayuda exterior.i Solo cinco países —Noruega, Luxemburgo, Suecia, Alemania y Dinamarca— cumplieron este objetivo en 2023.
Imaginemos que la opinión pública de los países desarrollados presionara a sus gobiernos para que intensificaran sus esfuerzos y cumplieran este objetivo. Si todos los países desarrollados lo consiguieran, estaríamos agregando 216 000 millones de dólares al bote, lo que significaría que el presupuesto global de ayuda oficial al desarrollo casi se duplicaría.j El siguiente gráfico ilustra la idea. Recuerda: los donantes privados dieron conjuntamente 11 000 millones de dólares en 2023, por lo que este aumento equivaldría aproximadamente a una cantidad 20 veces mayor.
Si vamos más allá y suponemos que todos los países donantes fueran tan generosos como el país más generoso —que, como ya vimos, es Noruega, con el 1.1 % de la RNB—, el presupuesto mundial de ayuda exterior aumentaría a unos 700 000 millones de dólares. Esto significa que podríamos suministrar hasta tres veces más vacunas contra la polio, mosquiteras contra la malaria, tratamientos contra el VIH y paquetes de alimentos que los suministrados actualmente.
Una vez más, es importante destacar que siguen siendo cantidades relativamente pequeñas de dinero para las economías desarrolladas: solo el 0.7 % o el 1.1 % de su renta nacional.
Curiosamente, esto es mucho menos de lo que la mayoría de la gente piensa que sus países destinan actualmente a la ayuda exterior.
Es difícil encontrar datos muy recientes, pero en una encuesta de 2015, se pidió a algunos ciudadanos estadounidenses que adivinaran la cantidad del gasto federal de su país que se destina a la ayuda exterior. La respuesta correcta era poco menos del 1 %. Solo el 3 % de los encuestados acertó. La respuesta media fue un impresionante 31 %. Una encuesta anterior obtuvo resultados similares, con una respuesta media del 25 %.l
También llama la atención que cuando se preguntó qué porcentaje del gasto federal debería destinarse a la ayuda exterior, la respuesta media fue un 10 %. Eso es diez veces más de lo que se gasta actualmente.
No todas las encuestas encuentran una discrepancia tan grande entre la percepción pública y la realidad, pero las diferencias siguen siendo considerables. En una encuesta de 2012 en los Países Bajos, la estimación media era que se gastaba el 5.6 % del PIB en ayuda exterior. La respuesta correcta era el 0.7 %.
Así, aunque la “ayuda exterior” es a menudo la respuesta más común a preguntas como “¿En qué sector gasta demasiado el gobierno?”, parte de esto podría explicarse por el hecho de que la mayoría de la gente piensa que gastamos mucho más en ayuda exterior de lo que realmente gastamos.
Como señalaba anteriormente, presionar a los gobiernos de los países ricos para que aumenten la ayuda exterior —o votar por los partidos políticos que lo harían— es solo una forma de contribuir a que el dinero pase de la parte superior de la distribución mundial de los ingresos a la inferior.
También dono parte de mi dinero directamente a las causas más eficaces. Hace varios años, asumí el compromiso de Giving What We Can, comprometiéndome a donar al menos el 10 % de mis ingresos a organizaciones benéficas. Me interesan específicamente los programas que trabajan en algunos de los países de menores ingresos y las causas en las que pequeñas cantidades de dinero pueden hacer mucho. GiveWell, una organización que evalúa organizaciones benéficas, es un buen recurso para encontrar algunas de las causas más costo-eficaces a las cuales apoyar.
Este punto sobre la costo-eficacia es especialmente importante para mí en lo que respecta a las donaciones personales, pero también cuenta cuando se trata de la ayuda exterior. Al principio de este artículo, señalé una serie de programas de ayuda que han tenido éxito: los esfuerzos para erradicar la polio, para reducir las muertes por VIH y malaria y para suministrar alimentos durante situaciones de hambruna. Sería estupendo que todo el dinero de la ayuda se gastara de esta forma, pero la realidad es diferente. Parte de la ayuda exterior se gasta en programas y actividades que apenas producen cambios. Más de la mitad de los británicos piensan que la ayuda es un completo despilfarro debido a la corrupción, y son estos ejemplos los que a menudo pueden hacer que la gente se muestre escéptica sobre el uso que se da a su dinero.
Si bien abogo por un aumento del presupuesto de ayuda exterior (y de las donaciones personales) en general, también me gustaría que se prestara más atención a garantizar que ese dinero se esté gastando de la mejor manera posible. Esto no solo mejoraría los resultados para las personas que necesitan esta ayuda, sino que también podría aumentar el apoyo a presupuestos de ayuda exterior más elevados en los países ricos.
Cuando los programas de ayuda funcionan bien, pueden transformar la vida de millones de personas. Estos programas no están diseñados para durar eternamente; están ahí para apoyar a los países de bajos ingresos y poner en marcha un progreso autosuficiente. Por desgracia, estas historias de progreso no son muy conocidas. Si queremos que resurja el apoyo a la ayuda exterior, tenemos que hablar de ellas mucho más.