Empatía radical
Esta versión del ensayo ha sido ligeramente editada. Puedes encontrar el original aquí.
Un aspecto de nuestro trabajo es intentar ayudar a poblaciones que mucha gente no cree que valga la pena ayudar en absoluto.
Hemos visto grandes oportunidades de mejorar el bienestar de los animales criados en granjas industriales, porque muy pocos lo intentan. Al trabajar en la reforma migratoria, hemos visto largos debates sobre cómo la inmigración afecta los salarios de las personas que ya están en EE. UU. y mucha menos discusión sobre cómo afecta a los inmigrantes. Incluso nuestro interés por la salud y el desarrollo globales es bastante inusual: muchos estadounidenses pueden estar de acuerdo en que los dólares filantrópicos rinden más en el extranjero, pero prefieren donar dentro de la esfera nacional porque otorgan mucha más prioridad a la gente de su propio país que a la gente del resto del mundo.a
La pregunta “¿quién merece empatía y consideración moral?” es fundamental para nosotros. Creemos que es una de las preguntas más importantes para lograr donaciones eficaces.
Por desgracia, no creemos que podamos guiarnos por la sabiduría convencional y por la intuición en este respecto: la historia tiene demasiados casos en los que poblaciones enteras fueron descartadas, maltratadas y privadas de derechos básicos por razones que se ajustaban a la sabiduría convencional de la época, pero que hoy parecen indefendibles. En lugar de ello, aspiramos a la empatía radical: esforzarnos por extender la empatía a todos aquellos a los que debería extenderse, incluso cuando sea inusual o parezca extraño hacerlo.
Para aclarar la elección de terminología:
“Radical” pretende ser lo contrario de “tradicional” o “convencional”. No significa necesariamente “extremo” o “total”; no extendemos la empatía a todos y a todo (esto nos dejaría esencialmente sin un fundamento para tomar decisiones sobre la moral). Se refiere a esforzarnos por tomar las mejores decisiones que podamos, sin anclarnos en las convenciones.
”Empatía” pretende captar la idea de que uno podría imaginarse en la posición de otro y reconoce que el otro tiene experiencias que merecen consideración. No se refiere a sentir literalmente lo que otro siente y, por tanto, es distinta de la “empatía” criticada en Against Empathy (un libro que reconoce los múltiples significados del término y se centra explícitamente en uno de ellos).
En The Expanding Circle, Peter Singer analiza cómo, a lo largo de la historia, “[e]l círculo del altruismo se ha ampliado de la familia y la tribu a la nación y la raza… y a todos los seres humanos” (y añade que “el proceso no debería detenerse ahí”).1 Según los criterios actuales, los primeros casos que describe son sorprendentes:2
Al principio, [la] distinción entre perteneciente y no perteneciente al propio grupo se aplicaba incluso entre los ciudadanos de ciudades-estado griegas vecinas; así, hay una lápida de mediados del siglo V a. de C. en la que se lee:
Este monumento yace sobre el cuerpo de un hombre muy bueno. Pitión de Mégara mató a siete hombres y rompió siete puntas de lanza en sus cuerpos… Este hombre, que salvó a tres regimientos atenienses… sin haber causado dolor a ninguno de todos los hombres que habitan la tierra, descendió al Hades como el más feliz a los ojos de todos.
Esto concuerda bastante con la forma cómica en que Aristófanes se refiere a la inanición de los griegos enemigos de los atenienses, inanición que era consecuencia de la devastación que los propios atenienses habían infligido. Platón, sin embargo, propuso un avance en esta moral: argumentó que los griegos no debían, en la guerra, esclavizar a otros griegos, asolar sus tierras o arrasar sus casas; solo debían hacer estas cosas a los que no fueran griegos. Estos ejemplos podrían multiplicarse casi indefinidamente. Los antiguos reyes asirios registraban jactanciosamente en piedra cómo habían torturado a sus enemigos no asirios y cubierto los valles y montañas con sus cadáveres. Los romanos consideraban que los bárbaros eran seres que podían ser capturados como animales y utilizados como esclavos o como entretenimiento de las multitudes, haciendo que se mataran unos a otros en el Coliseo. En la época moderna, los europeos han dejado de tratarse unos a otros de este modo, pero hace menos de doscientos años algunos seguían considerando a los africanos fuera de los límites de la ética y, por tanto, como un recurso que debía ser explotado y empleado de forma útil. Del mismo modo, los aborígenes australianos eran, para muchos de los primeros colonos ingleses, una especie de plaga que había que cazar y matar cada vez que resultaban molestos.
Al final de la cita se pasa a fracasos más recientes y conocidos de la moral. En los últimos siglos, el racismo extremo, el sexismo y otras formas de intolerancia —incluida la esclavitud— se han practicado explícitamente y sin excusas, y a menudo han sido ampliamente aceptadas por las personas más respetadas de la sociedad.
Desde el punto de vista actual, estos comportamientos parecen extraordinariamente vergonzosos y las personas que se adelantaron a rechazarlos —como los primeros abolicionistas y feministas— parecen haber hecho un bien extraordinario. Pero en aquella época, recurrir a la sabiduría convencional y a la intuición no habría ayudado necesariamente a la gente a evitar los comportamientos vergonzosos o a buscar los útiles.
Las normas actuales parecen superiores en algunos aspectos. Por ejemplo, el racismo se defiende mucho menos explícitamente (lo que no quiere decir que se practique poco). Sin embargo, creemos que las normas actuales siguen siendo fundamentalmente inadecuadas para la cuestión de quién merece empatía y consideración moral. Una muestra de ello es el discurso en EE. UU. sobre los inmigrantes, que tiende a evitar el racismo explícito, pero a menudo abraza el nacionalismo, excluyendo o restando importancia a los derechos y preocupaciones de las personas que no son ciudadanos estadounidenses (y más aún, de las personas que no están en EE. UU., pero les gustaría estarlo).
A veces oigo decir que las atrocidades morales suelen deberse al hecho de pensar en las cuestiones morales de forma abstracta, de perder de vista la base emocional básica de la empatía y de distanciarse de las personas a las que afectan las propias acciones.
Creo que esto es cierto en algunos casos, pero profundamente falso en otros.
Las personas que viven vidas pacíficas suelen tener aversión a la violencia, pero parece que esta aversión puede superarse con una rapidez alarmante si se adquiere experiencia. Existen numerosos ejemplos a lo largo de la historia en los que un gran número de personas “convencionales” practicaron de forma natural e incluso alegremente la crueldad y la violencia contra aquellos cuyos derechos no reconocían.b Hoy en día, viendo la naturalidad con la que los trabajadores de los criaderos intensivos tratan a los animales (como se muestra en este espantoso vídeo), dudo que la gente comiera mucha menos carne si tuvieran que matar a los animales ellos mismos. No creo que la cuestión dependa de que la gente vea y sienta las consecuencias de sus actos. Más importante es que reconozcan a aquellos a quienes afectan sus acciones como semejantes, merecedores de consideración moral.
Como contrapartida, parece haber al menos algún precedente del uso del razonamiento lógico para llegar a conclusiones morales que parecen sorprendentemente premonitorias en retrospectiva. Por ejemplo, véase el artículo de Wikipedia sobre Jeremy Bentham, conocido por basar su moral en la lógica directa y cuantitativa del utilitarismo:
Abogó por las libertades individuales y económicas, la separación de la Iglesia y el Estado, la libertad de expresión, la igualdad de derechos para las mujeres, el derecho al divorcio y (en un ensayo inédito) la despenalización de los actos homosexuales. [Nota: vivió entre 1748 y 1832, mucho antes de que la mayoría de estos puntos de vista fueran comunes.] Pidió la abolición de la esclavitud, la pena de muerte y el castigo físico, incluido el de los niños. También se ha hecho conocido como uno de los primeros defensores de los derechos de los animales.
¿Quién merece empatía y consideración moral?
En la medida en que nos equivoquemos en la respuesta a esta pregunta, corremos el riesgo de tomar decisiones atroces. Si acertamos en un grado inusitado, podríamos hacer muchísimo bien.
Por desgracia, no creemos que sea necesariamente fácil acertar y no estamos en absoluto seguros de que lo estemos haciendo. Pero he aquí algunos principios que intentamos seguir, al hacer nuestro mejor esfuerzo:
Reconocer nuestra incertidumbre. Por ejemplo, no estamos seguros de dónde deben encajar los animales en nuestro marco moral. Mis propias reflexiones y razonamientos sobre la filosofía de la mente parecen oponerse, hasta ahora, a la idea de que, por ejemplo, los pollos merezcan consideración moral. Y mis intuiciones valoran astronómicamente más a los humanos. Sin embargo, no creo que ni mis reflexiones ni mis intuiciones sean muy confiables, sobre todo teniendo en cuenta que muchas personas reflexivas no están de acuerdo conmigo. Si los pollos merecen realmente consideración moral, la cantidad y el alcance de su maltrato son asombrosos. Teniendo en cuenta la diversificación de la cosmovisión, no quiero que dejemos pasar oportunidades potencialmente considerables de mejorar su bienestar.
Creo que la incertidumbre que tenemos sobre este punto justifica dedicar recursos significativos al bienestar animal en las granjas, así como trabajar para evitar en general un lenguaje que implique que solo los humanos son moralmente relevantes.c
Dicho esto, no tengo incertidumbre sobre todas nuestras elecciones inusuales. Estoy seguro de que las diferencias geográficas, de nacionalidad y de raza no deberían afectar a la preocupación moral, y de que nuestras donaciones deberían reflejarlo.
Ser extremadamente cuidadosos con descartar demasiado rápido los argumentos “extraños” sobre este tema. Un número relativamente pequeño de personas afirman que los insectos, e incluso algunos algoritmos que se ejecutan en las computadoras actuales, merecen consideración moral. Es fácil e intuitivo reírse de estos puntos de vista, ya que parecen bastante extraños a primera vista y tienen implicaciones demasiado radicales. Pero, como he argumentado antes, creo que deberíamos sospechar mucho de nuestro instinto para descartar puntos de vista inusuales sobre quién merece consideración moral. Y ciertamente podría haber mucho en juego si estos puntos de vista resultan ser más razonables de lo que parecían en un principio.
Hasta ahora, sigo sin estar convencido de que los insectos o cualquier algoritmo que se ejecute en las computadoras actuales sean candidatos firmes a merecer consideración moral. Pero creo que es importante mantener la mente abierta.
Explorar la idea de apoyar un análisis más profundo. Luke Muehlhauser está explorando actualmented el estado actual de la investigación y la argumentación sobre la cuestión de quién merece consideración moral (que él denomina la cuestión de la posesión de estatus moral). Es posible que si identificamos lagunas en la bibliografía y oportunidades para estar mejor informados, recomendemos la financiación de nuevos trabajos. En un futuro cercano, el trabajo en esta línea podría influir en nuestras prioridades dentro de la esfera del bienestar animal en las granjas: por ejemplo, podría influir en la forma en que priorizamos el trabajo centrado en mejorar el trato a los peces. Lo ideal sería que nuestros puntos de vista sobre la posesión de estatus moral estuvieran fundamentados en una amplia bibliografía basada en la mayor cantidad posible de reflexiones profundas, investigaciones empíricas y argumentaciones fundamentadas.
No limitarnos a la “frontera”, porque los problemas ampliamente reconocidos siguen haciendo mucho daño. En nuestro trabajo, muchas veces acabamos centrándonos en objetivos no convencionales para las donaciones benéficas, como el bienestar animal en las granjas y los riesgos potenciales de la inteligencia artificial avanzada. Esto se debe a que suele ocurrir que las oportunidades de hacer un bien desproporcionado se encuentran en áreas que, en nuestra opinión, han sido relativamente desatendidas por otros. Sin embargo, nuestro objetivo es hacer el mayor bien posible, no buscar y apoyar las causas más “radicales” en nuestra sociedad actual. Cuando vemos grandes oportunidades de contribuir a mitigar los daños en ámbitos más conocidos —por ejemplo, en el sistema de justicia penal estadounidense—, las aprovechamos.
Esta es una traducción directa del artículo original, publicado bajo licencia CC BY 4.0.