Ejercicio para “¿Nuestro último siglo?”
El ejercicio de esta sección consiste en realizar una reflexión personal. Aquí no hay respuestas correctas o incorrectas; se trata, más bien, de una oportunidad para que te tomes un tiempo y pienses en tus valores y creencias morales.
En el ejercicio de la semana pasada, te pedimos que escribieras una carta al pasado. Esta semana, nos gustaría que te centraras en el futuro y pensaras en los años, décadas y siglos que tenemos por delante.
Cuando pensamos en hacer el bien —por ejemplo, previniendo la malaria o restaurando la visión— a menudo ya tenemos en cuenta los efectos futuros de nuestras acciones. Nos importa no solo que se alivie el sufrimiento en el momento mismo en que suministramos una vacuna o un medicamento, sino que los destinatarios gocen de los beneficios durante los siguientes días, semanas, meses y, con suerte, años de su vida. Del mismo modo, parece intuitivo que los padres tienen una responsabilidad moral para con sus hijos y que salvaguardar su bienestar es una prioridad clave, especialmente mientras no puedan valerse por sí mismos. Pero, ¿qué hay de nuestros nietos y bisnietos? ¿Y la generación que les sigue?
Pensemos o no que nuestra responsabilidad personal se acaba en un momento determinado (hay razones legítimas por las que podría ser así), esta idea incluye el concepto implícito de ser “un buen antepasado”. Se han escrito libros enteros sobre la noción de que “crear un mañana mejor” para quienes sigan nuestros pasos es una prioridad clave. Pero, ¿qué significa eso en la práctica? ¿Cómo podemos empezar a pensar en lo que constituye un “buen antepasado”? En este ejercicio te pedimos que reflexiones sobre esta cuestión.
Puedes empezar describiendo los rasgos de carácter o los atributos de un “buen antepasado” o esbozando las acciones que realizaría o no realizaría.
Por ejemplo: Un buen antepasado…